Inteligencia emocional en pareja

En terapia de pareja es bien sabido que el amor no es suficiente para tener una convivencia satisfactoria. En un primer momento de la terapia, se hace necesario investigar si el afecto es correspondido por ambos miembros de la pareja y si los dos asumen la corresponsabilidad de la psicoterapia y quieren participita activamente de ella. Una vez investigados estos dos puntos, nos hacemos dos preguntas para trabajar con parejas:

¿Qué habilidades o comportamientos tiene las parejas para funcionar juntos exitosamente? ¿Cómo son las parejas que conviven con éxito?

La respuesta a estas preguntas las resuelva la INTELIGENCIA EMOCIONAL, según al artículo en el que nos basamos (ver más abajo). La inteligencia emocional consiste en:

-Intentar hacer las cosas lo mejor que saben hacerlas.

-Aprovechar los puntos fuertes y potenciar los débiles.

-Practicar y aprender habilidades y capacidades encubiertas propias de la persona.

-El conocimiento de las emociones y su correcta regulación y canalización.

Es sabido que todas las personas experimentamos las mismas emociones ante situaciones vividas de la misma manera. Lo que nos diferencia es cómo resolvemos la situación que ha provocado esa emoción. Una pareja puede encontrarse en una situación que afecta a ambos y hacerla frente de una forma totalmente distinta. Asimismo, los miembros de la pareja pueden vivir una situación de manera opuesta, ya que las emociones que se han despertado no son las mismas.

En el contexto de la relación las personas experimentamos respuestas emocionales y necesitamos que la otra persona las comprenda, así como, que el otro sintonice con ellas y podamos tener la expectativa de que nos va a prestar su apoyo emocional. Si la persona sabe cómo regular la emoción y, además, encuentra el apoyo en su pareja, el resultado es una satisfacción interna y con la pareja.

Muchas parejas con problemas desconocen sus reacciones y saben que el otro miembro no les da el apoyo emocional que precisan, pero tampoco saben expresar de manera comprensible qué apoyo necesitan. Ejemplo de esto: una mujer recuerda una pérdida y se pone triste y desea ser consolada, querida o abrazada. En lugar de eso, su pareja le da consejos, le dice que ya pasó y cómo debe sentirse. Ambos se sentirán no entendidos: ella que no se siente escuchada ni comprendida; él se sentirá rechazado, inseguro… Ella no sabe pedir cariño y lo que necesita y él no sabe dar ese abrazo que ella quiere y, por el contrario, da ánimos. Esta situación podría haber creado un lugar para la intimidad y, en lugar de eso, se convierte en una herida emocional.

Muchas veces el problema de pareja tiene que ver con que cada uno de ellos siente su propio dolor y no puede percibir que la reacción del otro está vinculada a la propia. Suele existir, asimismo, una tendencia a personalizar, creer que solamente su pareja lo hace mal y además, sólo se lo hace a ellos.

Por otro lado, los dos pilares fundamentales de la Inteligencia Emocional son el autoconocimiento de la respuesta emocional y la autorregulación de la misma. Cuando entendemos qué es lo que estamos sintiendo y cómo canalizarlo, puede ser que no nos guste pero al menos sabemos qué hacer con ello.

Según el artículo que estamos siguiendo, es fundamental analizar con la pareja las emociones básicas: miedo, tristeza, rabia, alegría y amor.

-El miedo (inquietud, ansia, temblor) comporta una situación vivida como peligrosa y necesitamos protección.

-La tristeza (llanto, cambio de semblante) comporta una situación vivida como una pérdida y necesitamos consuelo.

-La rabia (agitación, grito) comporta una situación vivida como injusta y necesitamos comprensión.

-La alegría (saltos, llanto) comporta una situación vivida como ganancia y necesitamos compartirla.

-El amor (latidos, mariposas) comporta una situación vivida como plenitud y necesitamos correspondencia.

Este análisis se puede realizar mediante preguntas, lanzando la misma a la pareja acerca de la situación vivida que provoca la emoción.

L a manera de afrontar las emociones se aprende, principalmente, en la familia, que es el modelo para aprender a resolver las emociones. Cuando una pareja decide unirse también tienen que ir conociendo los diferentes estilos para afrontar las situaciones emocionales.  Por todo ello, el trabajo que se debe hacer con la pareja es el mutuo conocimiento de la expresión de las emociones y el trato que espera recibir cada uno en una determinada situación. Cada uno de los miembros necesita ser reconfortado de una manera ante una situación que les ha despertado una respuesta emocional. Además de sentirse de diferente forma, ante una situación concreta los dos no van a reaccionar, sentir, necesitar o expresar lo mismo. Esto es lo más importante que se tratará con el psicólogo en pareja con distintos ejercicios y claves terapéuticas planteadas en la consulta.

Artículo: Gomà i Quintillà, H. Terapia de pareja en el marco de la inteligencia emocional. Revista: Inteligencia emocional y psicoterapia. Nº 60. Vol. XV. Págs. 147-159.

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¿Cuáles son las etapas y crisis de una pareja?

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Para detallar todas las etapas y crisis que sufre la pareja, nos hemos pasado en el libro que señalo al final de este artículo; pasamos a definir cada una de ellas:

Estadio I, de luna de miel, tiempo de fantasía o de romance. Este estado está caracterizado por una relación romantizada, idealizada o exclusiva. Existe un enamoramiento en el que las diferencias entre los dos son minimizadas y las similitudes acentuadas. La función de esta fase supone construir una buena base para una relación gratificante, fuera de la familia de origen. Se desarrolla un sentimiento de fusión y de pertenencia. Se produce una transición hacia la siguiente fase cuando uno de los dos se mueve hacia la diferenciación. Es durante las transiciones cuando la pareja suele decidir venir a terapia.

Estadio II. Desciende la proximidad y la dependencia, y la realidad comienza a imponerse: vivir juntos, aumento de responsabilidades, problemas. La pareja tendrá que acomodarse y comprometerse con todo ello. Las tareas a las que enfrentarse son seguir trabajando en la diferenciación de cada miembro, retomar actividades individuales a la par que mantenemos las actividades de la pareja en conjunto, comprometerse con las responsabilidades que surjan y aprender manejar conflictos y tensiones. Lleva tiempo negociar los temas de diferenciación y requieren una revisión de cada familia de origen y una exploración de como cada familia manejó la diferenciación, las diferencias, y las normas sobre los desacuerdos. Las expectativas de los papeles del marido y la esposa son derivadas de los modelos de los padres. La transición hacia la siguiente fase de realiza cuando los compañeros pueden reconocer y afirmar las diferencias de cada uno y la individualidad.

 

El Estadio III está caracterizado por el crecimiento de la divergencia de intereses y una lucha por más independencia;  Campbell (1980, 1984) se refiere a este estadio como la “lucha de poder”. En este  etapa tratamos de tener una visión total de la pareja y reconciliar los rasgos positivos y negativos de la otra persona. La transición hacia el siguiente estadio sucede cuando los compañeros están deseando abandonar las luchas de poder, la cooperación y la intimidad. Las parejas ancladas en este estadio son las que aparecen desunidas, uno muy independiente y que necesita  autoafirmarse continuamente.

 

Estadio IV. Representa los años intermedios del matrimonio , una de las etapas más estresantes para las parejas, particularmente cuando hay hijos adolescentes en la familia. Incluso sin hijos, los años intermedios del matrimonio además traen más cambios y tensiones. Parece ser una presión acumulada para resolver los asuntos no resueltos del pasado. La pareja puede distanciarse o separarse. El reto de esta fase es negociar la independencia de la pareja, seguir con la relación pero conservando la propia identidad. Se elige la relación como una forma de vida constante.

 

Estadio V. Se caracteriza por esfuerzos activos hacia la comprensión de que las luchas por la independencia son esfuerzos del crecimiento aceptables y “normales” más que un rechazo. Estas diferencias percibidas ahora pueden ser consideradas como un enriquecimiento de la relación marital más que como una amenaza. Se trata de conseguir y aceptar la interdependencia y, de esta forma, pasarán al siguiente estadio.

 

Estadio VI. La pareja para de preguntarse qué pensará el otro y cesar de tratar de complacer al otro miembro a toda  costa. Ambos compañeros son libres para explorar nuevas formas de realizarse ellos mismos en lugar de derramar tanta energía en el matrimonio.

 

***Basado en el libro: Prevención de los conflictos de pareja de José Díaz Morfa. Editorial Desclée de Browner.

La Prueba del Vecino

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El especialista en educación emocional Maurice J. Elías pide a los padres que acuden a sus talleres que hagan esta prueba. Imaginen que todos en casa se están peleando: rencillas, gritos, exabruptos, reproches, prisas y tensión invaden la casa. Alguien llama a la puerta. Es el vecino. Cuando entra en casa, todos se calman de repente. Nada es demasiado bueno para el vecino: los miembros de la familia son de repente increíblemente civilizados y atentos. Todos están encantados y se lo pasan bien.
Cuando el vecino se marcha pueden ocurrir dos cosas: que todos empiecen de nuevo a pelearse o que cada cual retome sus actividades sin más. Y Elías pregunta a los padres: «¿Por qué necesitamos que un vecino nos obligue a ejercer el autocontrol que todos llevamos dentro? Los adultos necesitan aprender a comportarse con inteligencia emocional sin que nada les fuerce a ello. Así que recomiendo a los padres que hagan la prueba del vecino. Es muy sencilla: ¿es usted capaz de comportarse con sus hijos y su pareja durante un día entero como si un vecino lo estuviese escuchando todo el tiempo? ¿No decir nada a su hijo o pareja que el vecino no pudiese escuchar? Muchos padres me confiesan que les resulta muy difícil. Y yo les digo que cuando consigan hacerlo durante todo un día, tienen que intentar hacerlo durante un día todas las semanas. Las personas necesitan este día semanal para encontrar de nuevo su equilibrio emocional, para que les hablemos de forma más respetuosa y cariñosa, sin esos pequeños insultos y palabras de desaliento que utilizamos a diario. Nuestros hijos tendrán entonces la prueba de que sí, «mis padres me quieren. Piensan que en el fondo, soy lo que debería ser. No sólo ocurre cuando viene el vecino, me lo dicen todas las semanas». Las familias lo necesitan para tener un clima emocional más inteligente y equilibrado».
El niño pequeño tiene la necesidad de pertenecer a su familia y de formar parte de su entorno. Quiere cooperar y participar, sentirse parte de su núcleo familiar y social. Esta tendencia innata lo hace imitar y creer ciegamente en el adulto. El mecanismo emocional en cualquier hogar es meridiano: el hijo nace y su necesidad absoluta es recabar el amor de sus padres. Es probable que sus padres lo quieran, pero tal vez tengan unos patrones emocionales determinados que consciente o inconscientemente impondrán a su hijo. «Para que te quiera de verdad —le dirán una y otra vez aunque sea de forma silenciosa— debes comportarte de esta manera». El hijo hará lo imposible por cumplir las demandas de sus padres. Si los padres, en cambio, en aras de la libertad del hijo, se tornan tan permisivos que no son capaces de ejercer sus funciones de forma adecuada, el hijo tampoco saldrá ganando. No aprenderá a reconocer y a gestionar sus impulsos y sus emociones; tendrá tantas opciones, en un ambiente tan permisivo, que no llegará a entender qué le gusta de verdad, cuáles son sus deseos y en qué situaciones debe aprender a controlarse. No aprenderá a responsabilizarse de sí mismo y culpará a los demás de sus fallos. Un niño así, sin un sentido claro de quién es, porque no le han permitido desarrollarlo, será tan infeliz y tan emocionalmente inepto como el niño al que los padres han dirigido hasta despojarlo de su verdadera personalidad.
En el conocimiento de nuestros miedos y patrones emocionales inconscientes está la clave de nuestra libertad y de la de nuestros hijos.

**Extraído de Elsa Punset: Brújula para navegantes emocionales.

Los ingredientes del amor

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Robert S. Sternberg en su revisión “El triángulo del amor” (Ed. Paidos) habla de tres ingredientes que tiene el amor, que coinciden con los vértices del triángulo de la figura anterior:

-Intimidad: se refiere a aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión. Para Sternberg incluye elementos como (no tienen que aparecer todos, si no ser un sentimiento global por parte de los miembros de la pareja):

1. Deseo de promover el bienestar de la persona amada.
2. Sentimiento de felicidad junto a la persona amada.
3. Gran respeto por el ser amado.
4. Capacidad de contar con la persona amada en momentos de necesidad.
5. Entendimiento mutuo con la persona amada.
6. Entrega de uno mismo y de sus posesiones a la persona amada.
7. Recepción de apoyo emocional por parte de la persona amada.
8. Entrega de apoyo emocional a la persona amada.
9. Comunicación íntima con la persona amada.
10. Valoración de la persona amada.

-Pasión: se trata de la expresión de deseos y necesidades tales como necesidades de autoestima, entrega, pertenencia, sumisión, y satisfacción sexual. La fuerza de estas diversas necesidades varía esencialmente según las personas, las situaciones, y los tipos de relaciones amorosas. También va cambiando a lo largo del tiempo y las etapas.

-Compromiso y decisión: El componente decisión-compromiso del amor consiste en dos aspectos (uno a corto plazo y otro a largo plazo). El aspecto a corto plazo es la decisión de amar a otra persona, mientras que el de largo plazo es el compromiso por mantener ese amor. Estos dos aspectos no necesariamente tienen lugar simultáneamente. Las relaciones amorosas presentan inevitablemente sus altibajos, y en última instancia, lo que mantiene una relación es el componente decisión-compromiso. Este componente puede resultar esencial para atravesar períodos difíciles y para volver a otros mejores.

5 tipos de infidelidades amorosas

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Siguiendo al autor Brown, E. (2001).,una aventura o infidelidad dentro de una pareja puede ser de diferente tipo según el caso o cumplir “funciones” distintas. Teniendo en cuenta a este autor, vamos a describir diferentes tipos de aventuras amorosas cuando la persona es infiel a su pareja. Por ejemplo:

Aventuras que impiden la intimidad. Cuando llega el momento de intimidad o de sexualidad en la pareja el hecho de la “aventura” les ofrece algo por lo que pelearse y mantener así las distancias entre ellos. La función de la aventura sería mantener la distancia en una pareja que sigue unida de cara al exterior.

 Aventuras que impiden el conflicto. Se busca obtener de la persona con la que tengo esa aventura una respuesta a las insatisfacciones en la relación: mantengo la relación de pareja y lo que me falta lo busco fuera. La función de esta aventura es la de “conservar” la relación.

 Aventuras de adicción sexual. Existen algunas personas que necesitan la ilusión de una relación nueva para sentir alta su autoestima, necesitan seducir y tener nuevas conquistas. Para resolver estos conflictos es conveniente que la persona infiel, de detectar que tiene un problema, lo trabaje en terapia personal. También puede ser frecuente que el otro miembro de la pareja necesite terapia debido al papel que ha ejercido dentro de la relación.

Aventuras de ruptura del Yo. Estas aventuras se dan cuando la pareja está muy deteriorada. Es un momento fuerte de crisis. Uno de los dos miembros se siente vacío, siente poco o nada por el otro. Por ejemplo: los hijos se han independizado y no hay excusa para seguir juntos. En terapia, este tipo de aventura o infidelidad tiene un mal pronóstico generalmente.

Aventuras de salida. Surge cuando un miembro de la pareja quiere romper con la relación pero es incapaz de reconocerlo ante el otro. No suele venir a terapia para salvar la relación sino para dejar al otro atendido o para que le quede la sensación de haberlo intentado por una última vez.

¿Qué es la Terapia Integral de Pareja?

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(Jacobson y Christensen, 1996)

Vamos a definir, a muy grandes rasgos, lo que trata de trabajar este enfoque de intervención de pareja. Puede que estas pequeñas pautas puedan ayudar a algunas parejas con conflictos leves, pero nunca sustituyen a la intervención de un profesional.

En primer lugar, se trabaja con la pareja la ACEPTACIÓN. El psicólogo, en colaboración con la pareja, va a tratar que los comportamientos molestos del otro se vean como diferencias naturales. Conviene que la pareja recuerde los siguientes “mantras”:

-Sufrimiento + Acusación: Conflicto Marital

-Sufrimiento-Acusación: Aceptación (de los conflictos y de cómo es el otro)

Conviene trabajar, asimismo, un lenguaje más suavizado del que se viene utilizando. Un lenguaje rudo expresa dominancia, manifestando sentimientos de ira y resentimiento, mientras que un lenguaje más suave revela que uno es vulnerable, que tiene sentimientos de dolor, miedo, desilusión, peligro, incertidumbre o duda.

También se trabaja el desapego unificado, que significa que la pareja aprende a analizar su situación problemática distanciándose de ella, poniendo cierta distancia emocional. En nuestro blog hemos escrito diferentes entradas relacionadas con el distanciamiento que comentamos (podéis basaros en ello a nivel de pareja y también individual):

https://rosaliamv.wordpress.com/2016/03/13/formas-en-las-que-tu-mente-contribuye-a-tu-malestar-emocional/

https://rosaliamv.wordpress.com/2016/01/24/como-me-desengancho-de-ese-pensamiento/

https://rosaliamv.wordpress.com/2015/07/21/trampas-mentales/

Una forma de aumentar la aceptación consiste en incrementar la tolerancia de cada uno respecto al comportamiento del otro, lo que significa hacerlo menos molesto y detener los esfuerzos por querer cambiar al otro. Existen algunas estrategias para poder trabajar la tolerancia:

-Subrayar características positivas de la conducta negativa.

-Juego de roles con la conducta negativa en las sesiones de terapia.

-Simular incidentes de comportamiento negativos en el hogar.

-Aceptación emocional y autocuidado (uno mismo).

Otro pilar importante de este tipo de terapia es poder darse cuenta y reforzar positivamente los comportamientos del otro, con el ánimo de incrementar los intercambios positivos o deseables. Ejemplos de tareas que la pareja puede realizar son los siguientes:

-Cada miembro de la pareja puede elaborar de forma independiente una lista de comportamientos que, si se presentan frecuentemente, pueden contribuir a una mayor satisfacción marital. Esto se puede poner en común con el terapeuta sin que el otro opine nada. El terapeuta pone como tarea a cada uno el aumentar la felicidad del otro, pero sin decirle qué es lo que hará ni porqué; no se discute la lista ni se puede mencionar. Posteriormente en otra sesión se propone la misma tarea pero en ese caso sí se puede mencionar la lista, discutir, proponer otras conductas, etc. Esta tarea la puede hacer la pareja por si sola, si se ve capaz de realizarlo sin la ayuda de un profesional.

Una adecuada terapia de pareja debería incluir, asimismo, trabajo en habilidades de comunicación. Dentro de este pilar la pareja debería trabajar:

-Habilidades de escucha: escucha activa, validar lo que dice el otro.

-Habilidades de expresión: nivelar, mensajes del tipo “yo…” y no “´tú…”, trabajar las formas no defensivas de expresión.

Esto se ensaya primeramente en la sesión, para poco o poco poder utilizarlo en casa.

Por último, se debe trabajar la solución de problemas.

Las discusiones deben realizarse en un escenario concreto que hayan acordado los dos miembros y en un momento también determinado, señalado por ambos. Se anota el momento y el lugar en una agenda y no se discute más de 60 minutos ni sobre más de un tema a la vez.

Las reglas de discusión que proponemos son las siguientes:

-Al plantear un problema, comenzar con algo positivo.

-Ser específico, evitando adjetivos denigrantes y generalizaciones (siempre, no puedes dejar de…, todo, nada).

-Expresar sentimientos (me siento rechazado, me da mucho coraje, es frustrante).

-Ser breve al definir un problema.

-Ambos deben reconocer su participación en la creación y el mantenimiento del problema.

-Discutir solo un problema a la vez.

-Parafrasear al otro.

-No hacer inferencias ni sacar conclusiones, hablar solo de lo que uno observa.

-Tratar de comportarse de una manera natural y no negativa.

-Enfocarse en las soluciones.

-Establecer compromiso mutuo en el cambio, los dos deben cambiar.

-Tomar en cuenta los pros y los contras de cada opción.

-Alcanzar un acuerdo.

 

Pareja, apego y modelo paterno

Las relaciones de pareja suelen estar influidas por el modelo paterno de pareja que hemos observado de nuestros padres y por el tipo de apego que hemos recibido (puedes ver las entradas respecto al apego que hay en este blog). Para descubrir algún tipo de problema de pareja que tenga que ver con apegos o con modelos paternos os dejo unas cuantas preguntas sacadas de la Entrevista de Apego AAPR, básicamente para explorar y acercarnos un poco a cómo es nuestra relación. Ambos miembros de la pareja deberían hacerse estas preguntas, respondiendo totalmente por separado. Un problema detectado mediante estas preguntas, contestadas con toda sinceridad, puede ser abordado por un terapeuta en consulta individual o de pareja. La pareja, sabiendo las respuestas, puede tratar de resolver algunas formas patológicas de relación, primero por su cuenta; si la solución no llega es conveniente consultar a un especialista.

¿Cómo describiría la personalidad de su pareja?

¿Cómo caracterizaría la relación con su pareja?

¿Cómo se ve a sí mismo en términos de relaciones de pareja?

¿Nota ud. algún patrón o conflicto típico que se le repita en sus relaciones?

¿Cómo reaccionaría ante situaciones conflictivas?

¿Qué haría en caso de problemas con su pareja?

¿Cuál es su concepto de una relación ideal?

¿¿Te dan alguna pista estas preguntas?? ¿Crees repetir algún patrón? ¿Crees que ha influido en algo la relación de tus padres, su modelo de pareja? ¿Cómo fue tu tipo de apego?

https://rosaliamv.wordpress.com/2014/04/15/apego-y-mas-cosas/

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¿Cómo sobrevivir como pareja tras el nacimiento de un hijo?

Hace poco una compañera y yo planteamos un taller referido a cómo afecta el nacimiento de un hijo a la relación de pareja. Lo llamamos algo así como “la Cigüeña se llevó a mi pareja”. Cuando acude a mi consulta una pareja con problemas para hacer terapia, he notado que aparecen unas temáticas comunes en muchas ocasiones. Normalmente son parejas que cuentan con uno o dos hijos pequeños (he tenido desde parejas con hijos de meses de vida hasta 7 o más). Es cierto que es muy común que aparezcan problemas tras el nacimiento de un hijo, etapa en la que todo se trastoca y cambia la vida de la pareja. Las problemáticas que más me encuentro en la terapia de pareja son las siguientes:

-Discusiones por diferencias en las pautas educativas del niño o niña. Por ejemplo, uno es más perfeccionista, uno de los dos es más estricto en determinadas áreas…

-Falta de momentos únicos para la pareja o actividades conjuntas. Tradicionalmente esto se le ha achacado más a la mujer pero yo he notado que muchas veces el hombre también decide dejar de hacer cosas con su cónyuge.

-Uno de los dos se impone la privación casi total de vida social fuera de la maternidad/paternidad, lo cual hace que ésta se viva con presión.

-Uno de los dos se encuentra muy vinculado al hijo (a priori normal) y el otro miembro siente que se queda al margen.

-Los momentos de falta de sueño, estrés, crispación y falta de ocio y de tiempo libre pueden hacer que las discusiones se incrementen. También suele pasar que uno de ellos ve como menos ventajosa su situación respecto al otro (yo hago más que tú, tú sales más que yo, tú situación es mejor que la mía).

-Falta de medidas de conciliación laborales adecuadas y decremento de recursos económicos. En algunos casos el no poder dedicar suficiente tiempo al niño a causa del trabajo hace que aparezca sentimiento de culpa y estrés.

-La familia de uno de los miembros opina o se entromete en la educación y crianza del hijo, lo cual hace que la otra parte se sienta herida. Muchas veces parece que se establecen competiciones por ver a quién quiere más el niño o tiene lugar una especie de lucha de poder entre suegros-nuera o suegros-yerno. No tengo un porcentaje aproximado en cuanto a casos, pero sí indicaros que éste suele ser un conflicto que me encuentro frecuentemente tras un nacimiento. El más habitual que yo he visto es el de suegros-nuera, aunque en bastantes ocasiones también aparece el conflicto con el yerno.

-En ocasiones, falta de conocimientos (tradicionalmente asociado a los hombres) respecto a la evolución de los niños, psicología evolutiva, educación, pautas, cuidados, etc. Este desequilibrio de conocimientos hace que surjan problemas o desacuerdos.

-Sentimiento de culpabilidad debido a las dudas en la crianza (¿lo estaremos haciendo bien?). Estas dudas pueden hacer surgir el estrés y los conflictos.

¿Es reversible esta situación? ¿Qué podemos hacer?

-Ver la situación como algo pasajero y normalizar.

-Ver la relación como una versión mejorada de la anterior.

-Ver la relación de pareja como algo variable y flexible y no estático, con sus idas y venidas, sus horas altas y sus horas bajas (realmente es así). Compórtate como el bambú, que tiene gran fortaleza, pero sabe plegarse sin romperse ante el viento y otras adversidades.

-Ver esta etapa como un tiempo de alto rendimiento, como quién se prepara para una competición.

-No dejarse llevar por los roles tradicionales que se asignan al padre o la madre.

-No prestar atención al qué dirán los otros. La intuición de los padres suele funcionar a la hora de criar a un niño.

-Poner límites a la familia, lo más útil es que vengan, en primer lugar, del hijo o hija en cuestión y que sean negociados por los miembros de la pareja. Si no funciona, se puede plantear una conversación con ellos. En estas situaciones creo que es conveniente recordar el refrán: “más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo” (indica que es preferible afrontar una situación difícil que se reproduce continuamente por callar).

-Aunque a veces es muy difícil, pedir ayuda si nos vemos desbordados. Delegar.

-Prestar atención a lo que el otro hace bien. Yo lo llamo Radar Positivo. Se trata de anotar individualmente y en secreto durante un tiempo determinado una de las cosas que el otro hace bien durante el día. Tras el tiempo fijado (15 días, un mes…) se pone en común. Pueden ser cosas pequeñas: un beso de buenas noches, fregar un vaso, un mensaje bonito…

-Hablar mucho de lo que nos está pasando pero no tratar de ser “el salvador” y tratar de solucionarlo todo. A veces se trata más de escuchar activamente y acompañar al otro sin opinar. No nos suele atraer el escuchar sentimientos desagradables pero haciéndolo impedimos que se conviertan en algo peor.

-Habla con otros padres y madres de lo que está ocurriendo: te sentirás más comprendido.

-Salid por separado o juntos de vez en cuando.

-Recuerda los buenos momentos con tu pareja.

-De esos buenos momentos selecciona e intenta hacer todos los días un pequeño o pequeñísimo acto de los que efectuábamos antes. La terapia breve diría: “cumplir una gran tarea mediante pequeños actos”.

-Ofrecernos un pequeño intervalo de tiempo para estar solos o hacer algo que nos agrade, aunque eso sea descansar o darnos un baño.

-Emplead todas las pautas de asertividad que hemos visto en diversas entradas de este blog (ver las dos categorías: terapia de pareja y asertividad). Se trata de aprender asertividad, en definitiva, lo cual es muy extenso para el tema que nos ocupa en este post.

-Solicitad ayuda profesional si notáis que fallan las estrategias anteriores e iniciad terapia de pareja. Mi experiencia con pacientes es que su frecuencia es bastante más dilatada que la individual, no se alarga excesivamente en el tiempo y suele causar unos buenos resultados.

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Romanticismo, comunicación y forma de pensar en la pareja

LOS ERRORES EN LA COMUNICACIÓN:

En la relación de pareja, los aspectos no verbales de la comunicación transmiten más que los verbales.

Otro aspecto de la comunicación que se altera mucho es el que se refiere al impacto que tienen los mensajes en quien los recibe. Los mensajes se filtran de una manera negativa cuando la relación es conflictiva.

El estilo de la comunicación en las parejas con conflictos tiene estas características generales:

1-General versus específico. Las parejas con una mala relación tienden a comunicarse de una manera muy general y absoluta. Pierden la perspectiva en los diferentes temas, como si hubieran establecido la creencia de que todo está mal y, por lo tanto, no hubiera posibilidad de tener en cuenta los aspectos positivos sobre ningún tema. Los comentarios o el análisis que hacen con respecto a cualquier incidente pasan a ser considerado como una generalidad.

2- Rigidez versus flexibilidad. Los comentarios que hacen cuando conversan pretenden en su mayor parte convencer al otro de que la propia opinión es la correcta. De ahí que se adopten posiciones muy poco negociadoras. Sólo cabe imponerse al otro, ya que cuanto más tajante y más radical sea la forma de comunicarse, más razón se tendrá. Este estilo rígido de comunicación genera una tensión que imposibilita tener la relajación suficiente como para hablar de otros temas.

3- Monólogo versus diálogo. Que uno de los dos miembros de la pareja monopolice la comunicación imposibilita la escucha.

4- Negativo versus positivo. El contenido de los mensajes que intercambian la pareja, es en su mayor parte negativo.

5- Pasado versus presente o futuro. En cuanto surge algún tema mínimamente negativo, se recuerdan mutuamente cosas del pasado también negativas para afianzar y justificar lo ocurrido en el presente.

LOS ERRORES EN LA MANERA DE PENSAR.

Es muy difícil, cuando uno se nota enfadado y hostil hacia el otro, controlar ese impulso que nos lleva a defendernos atacándole. El papel que juegan los pensamientos automáticos en estos momentos es fundamental ya que tienden a exagerar el peso de lo negativo y, por lo tanto, el disgusto hacia el otro.

1- Pensamientos basados en la utilización de expresiones como siempre-nunca, todo-nada.

2- Magnificar-minimizar. Las parejas con una relación conflictiva tienden a magnificar mucho más los conflictos y los detalles negativos que los positivos. Las parejas intentan clarificar hasta el último detalle de la situación negativa, lo que de forma indirecta agrava la situación. Por último, al exagerar lo negativo del otro, también pretendemos resaltar nuestras cualidades y que, por lo tanto, se nos valoren y reconozcan.

3- Culpabilizar al otro o a la relación del propio malestar o insatisfacción en la relación.

4- Filtro mental. Este error consiste en fijarse únicamente en lo que se acomoda al propio punto de vista o a las propias creencias. Es muy frecuente que saquemos de contexto aquellos detalles que no nos gustan y que automáticamente los relacionemos con una opinión que antes teníamos confirmada. Este error de pensamiento es peligroso porque afecta también a la propia persona, que se va a sentir mal consigo misma y, probablemente, empezará a infravalorarse por mantener una relación afectiva con una persona de la que sólo ve los defectos y torpezas.

5-Los “debería” dicotómicos. Se trata de pensar sobre los problemas con el punto de vista de “o hago lo que tú quieres o te enfadarás y tendremos una bronca, o te digo que sí o me separo”… Los temas cierran la posibilidad de un posible acuerdo porque sólo existen dos opciones muy drásticas, sin ninguna otra salida viable. Además, cuando la persona se plantea los temas de esta forma, sufre las consecuencias negativas de las dos opciones, por lo que es probable que no haga nada y que espere a que el tiempo clarifique algo la situación; pero eso sí, infravalorándose más de lo que lo venía haciendo.

No podemos dejar de lado que en nuestra sociedad existen una serie de prejuicios o creencias que facilitan la aparición de los problemas en la relación. La mayoría de los prejuicios tiene que ver con la idealización del amor y del romanticismo, y entre otros son:

-Los desacuerdos son destructivos

-Como es mi pareja me quiere y tiene que conocer mis pensamientos y mis deseos sin que yo se los tenga que comunicar.

-Mi pareja no puede cambiar, es como es.

-Las relaciones sexuales tienen que ser plenas y felices.

-Los hombres y las mujeres son diferentes en cuanto a las necesidades que esperan que su pareja pueda cubrir.

-Si no me presta atención es porque ya no le intereso nada.

Una vez instaurados estos patrones de funcionamiento negativos, se comportan como dos grandes desconocidos que viven juntos, sin saber muchas veces cuál es el motivo de dicha situación.

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¿Cómo funciona una pareja cuando las cosas van mal?

Respondiendo a esta pregunta, señalar que la relación se caracteriza por:

1- Las amenazas. Son expresiones que tienden a aumentar la presión para que el otro acceda a las demandas que se quieren lograr. Con la utilización de amenazas se pretende llamar la atención del otro haciéndole entender que lo que se le está pidiendo es importante y que no se quiere renunciar a conseguirlo. Esta forma de solicitar el cambio es negativa puesto que hace que nuestra pareja sienta ante todo la presión y el agobio por cumplir la petición que se le ha hecho y deje de lado el interés o la ilusión de la pareja por conseguir lo que está pidiendo en estas circunstancias, suele manifestarse una gran resistencia a acceder a la petición. La amenazas avisan de la posible aparición de una consecuencia negativa. La pareja lo interpreta en términos de: “con tal de conseguir lo que quiere es capaz hasta de hacerme daño”. Luego el impacto a medio plazo es mucho peor. En general se utilizan más como una forma de presión, sin que uno se crea que vaya a ejecutarlas. Una manera más indirecta pero igualmente negativa es la que se refiere al chantaje emocional para presionar al otro y así conseguir lo que se quiere.

2- El castigo. Supone un aumento en la graduación de lo aversivo. Consiste en aplicar una consecuencia negativa para el otro cuando hace algo que no queremos que haga o cuando no hace lo que queremos que haga. Esta interacción resulta más eficaz cuanto más contundente sea el castigo, algo muy negativo para la convivencia en pareja.

Cuando una persona empieza a tener en su pareja a alguien por quien se siente juzgado, alguien que además le puede hacer daño, probablemente, irá perdiendo gradualmente la motivación de estar con ella.

Cada uno sabe donde le puede doler más al otro y es a ese punto al que va a dirigir sus ataques,. Cuando esta es la mecánica de la relación, la probabilidad de que surja una discusión, sea cual sea el tema, es altísima, ya que ambos están tensos y dolidos. La cadena de intercambios negativos y agresiones mutuas se hace imparable y se convierte en la única forma de comunicación. Los temas que quedan por resolver se quedan sin resolver, con la frustración que ello conlleva, lo que ayuda a que cada vez sea mayor el número de conflictos.

3- Ceder para que desaparezca la presión negativa a la que nos somete la pareja. Acceder a las demandas del otro, con tal de que este abandone sus comportamientos negativos y se tranquilice, de alguna manera, la situación. Al terminar cediendo, se está potenciando, indirectamente dicho estilo de relación.

En este contexto, la manera en la que se satisface la petición del otro se vive como una derrota, ya que uno accede para no soportar más la presión. community-154715_640

 

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¿Es violencia lo que vivo con mi pareja?

Fuente: Wikipedia

Fuente: Wikipedia

Muchos de nosotros tenemos una confusión importante entre lo que se considera violencia o maltrato y lo que no. Estamos tan acostumbrados a visualizar escenas violentas en la televisión o en otros medios que éstas han dejado de sorprendernos, nos hemos habituado en cierto modo a ellas y a la crueldad. A veces, tachamos de maltrato sólo las conductas que, bajo nuestro criterio personal, son extremas (por ejemplo, la violencia física) cuando, en realidad, hay muchas formas del mismo, sutiles y no sutiles.

En ese terreno, algo hemos ganado. Normalmente, ya tenemos más claros los términos o qué situaciones deben disparar nuestra alarma interior. No obstante, queda mucho camino por recorrer. Tenemos constancia muchas veces de las creencias que tiene parte de la población adolescente (“porque me quiere es normal que no me deje salir con mis amigos/as o que controle como me visto”), o no tan adolescente (asociar celos y posesión con amor; control con interés afectivo, etc.).

¿Qué tipos de violencia pueden aparecer en el ámbito doméstico y en el de la pareja?

La más evidente es la violencia física, la que puede ser percibida por otras personas y dejar huellas externas: empujones, mordiscos, puñetazos, pisotones, golpes, bofetadas, patadas, etc. Este tipo de violencia facilita la toma de conciencia (el “darse cuenta”) por parte de la víctima. Socialmente, además, está más reconocida que el maltrato de tipo psicológico, por ser más manifiesta. ¡Cuidado!

La violencia sexual se distingue de la anterior (aunque también es de índole física) en que se ejerce mediante presiones físicas o psicológicas forzando una relación sexual no deseada mediante coacción e intimidación. Como fatídica curiosidad, señalar que en el pasado la legislación no consideraba este tipo de agresión como tal, si se producía dentro del marco matrimonial.

Podemos decir que la violencia o el maltrato psicológico es más sutil o difícil de detectar (no tiene porqué ser manifiesto o evidente). Puede darse el caso de personas que no tachen de maltrato lo que a continuación vamos a señalar; no obstante, confío en que la mayoría lo detecte como tal. En el maltrato psicológico se incluyen insultos, amenazas, humillaciones, desprecio y desvalorización de su ser, además de manipulaciones diversas logrando que la persona se sienta culpable, indefensa. La indiferencia o el silencio del agresor o agresora provocan también esa culpabilidad. Dentro de este tipo de violencia, asimismo, pueden utilizarse las coacciones, manipulaciones y amenazas, por parte de la persona que agrede, para lograr un determinado fin o conseguir hacer lo que ella quiere.

En los casos que describimos, también es habitual la violencia social. El agresor limita los contactos familiares y sociales de su pareja, aislándola de su círculo y acabando con su apoyo social.

Por último señalar el tipo de violencia de carácter económico, mediante la cual la persona agresora restringe el dinero a la otra, impidiendo el acceso de la familia a su bienestar normal. Puede producirse bajo amenazas e insultos e incluye la limitación de los gastos para la compra de comida, ropa, enseres para el hogar, etc.

A modo de resumen, el objetivo último, en todos los casos, es el control y la dominación del agresor sobre la víctima.

No digo nada nuevo cuando señalo que es muy importante detectar lo antes posible (la víctima, o en su caso, allegados, servicios públicos, etc.) si se está sufriendo una situación de este tipo, de cara a contactar con los profesionales adecuados (sanitarios, psicólogos, abogados, trabajadores sociales) e iniciar las medidas oportunas para cortar con esa situación.

Desamor y Ruptura

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La palabra desamor existe en castellano y en el mundo latino, pero no hay una equivalencia de significado en otras lenguas, como por ejemplo el inglés. Diríamos que es mucho más preocupante esta sensación para el mundo hispanohablante y que existen otras culturas que prefieren no hablar de ello, debido al dolor que conlleva. De hecho, hay pocas investigaciones, datos y estudios que hablen de este fenómeno.

El desamor es una ausencia de amor o de amistad y una falta de sentimientos hacia el otro. El amor está muriendo o ha muerto dentro de esa relación y puede desembocar en una ruptura. También puede darse el caso de que uno de los dos miembros pueda romper la relación y el otro no estar de acuerdo.

Esa etapa de desamor es sumamente desagradable para los miembros de la pareja. Esa persona a la que tanto has querido se torna aburrida, las situaciones no tienen incentivos, el distanciamiento entre los dos se hace patente, hasta que finalmente la relación y el amor se acaba. ¿No se os pone un nudo en la garganta?

Existen distintos modos de gestionar la situación anterior; uno puede querer poner fin a la relación, otro puede pensar que aún pueden arreglarla poniendo cada uno algo de su parte, pueden discutir y enfadarse recurrentemente, pueden resignarse a esa situación, pueden engañarse intentando conservar la relación, puede aparecer el miedo a la soledad, pero, frecuentemente, uno de los dos, o los dos, pueden tomar la decisión de abandonar.

Cuando eso sucede se inicia un proceso de duelo, proceso que con sus características comunes, es muy personal, sobrellevándolo cada individuo de una manera concreta. Asimismo,  puede no ser igual el procesamiento de la situación para la persona que deja la relación, para la que es dejada o cuando la ruptura es de mutuo acuerdo.

Aspectos muy generales a tener en cuenta ante una ruptura:

Como en cualquier duelo es necesario llorar todo lo que sea necesario y permitirnos sentir nuestro dolor y nuestra tristeza ante la pérdida. Para que esto se acelere es necesario cerrar la puerta a esa relación y suprimir el contacto, en la medida de lo posible, con esa persona, hecho que les cuesta sumamente a las personas que pasan por consulta y a las que no (“no me hago a la idea de no volverle a ver”, “no puedo pensar que ya no volveré a abrazarle y besarle”, “no pude evitar volver a llamarle por teléfono”…). Este tipo de duelo, muchas veces, puede ser incluso más complejo que uno por fallecimiento, ya que, en este caso, sí existe la posibilidad de reencuentro o de reconciliación o de verle con otra persona.

En relación a lo anterior, es conveniente refugiarse en amigos, familiares e intereses personales, así como, no recrearnos acudiendo a lugares donde íbamos con la persona, preguntando a sus amigos y conocidos, persiguiéndolo, etc. Cambiar de intereses y costumbres es lo adecuado, acudir a otros sitios, cambiar de aspecto, buscar aumentar tu grupo de amigos, etc. (Al respecto, os dejo una canción de uno de mis grupos favoritos, Los Planetas, que habla de una mala superación del desamor por parte del protagonista, que seguía acudiendo a sitios donde siempre iba con ella: www.youtube.com/watch?v=2yJj-FAEx88).

A pesar de la música, la literatura y el cine que consumimos, nadie muere por amor. La situación es desagradable, molesta, triste, melancólica, rabiosa, pero también superable. El sentir profundamente el desamor, es señal de que también vivimos intensamente ese amor y tenemos capacidad para amar y volver a amar.

Aceptar que al principio nos cerraremos, seguramente, al amor, no desearemos enamorarnos, ni lo veremos posible porque, en ese momento, asociamos amor con malestar. Lo sano es que, con el tiempo, esa sensación se atenúe. Tampoco es idóneo lo contrario: apresurarnos por encontrar pareja. Debemos primero dedicarnos a nosotros mismos y a nuestros nuevos intereses. Podemos probar a realizar actividades en soledad, conversar con los allegados e invertir en uno mismo, tiempo, caprichos o en bienestar.

 

«Besos que vienen riendo, luego llorando se van,

y en ellos se va la vida, que nunca más volverá».

 Miguel de Unamuno, acerca del desamor.

 

El papel de víctima

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En diversas situaciones de la vida, tomamos un rol de víctima o nos situamos en ese papel, lo cual nos dificulta la superación del problema. Nuestro papel de víctima puede ser real o imaginado, pero siempre podemos movernos hacia unos patrones más adecuados de conducta que nos hagan salir más airosos de esta clase de situaciones. Las circunstancias en las que podemos adoptar ese papel puede ser de muy variada índole: en el amor, en la pareja, con la suerte o el azar, con nuestro jefe, con los compañeros de trabajo, en un grupo de amigos, ante una situación conflictiva, el papel dentro de mi familia, etc.

Pero ¿cómo saber si te estás comportando como una víctima?:

-¿te compadeces y te quejas a menudo?

-¿detectas a una persona como el “verdugo”, la persona agresiva y acusadora (contra ti)?

-¿detectas que te están acusando o juzgando?

-¿te sientes más o menos inocente (tú no haces nada)?

-¿esperas que alguien se preocupe por ti, o que te defienda o que apruebe lo que dices?

-¿ves sólo las carencias del “verdugo”?

-¿lo criticas?

-¿frecuentemente tienes comportamientos como llanto, palabras, acciones “manipuladoras”? (esto no quiere decir que todas las palabras o lágrimas sea manipuladoras).

-¿buscas una alianza contra tu verdugo?

-¿a veces tienes sentimientos de venganza?

-¿no reconoces que te justificas y defiendes? ¿Hay cosas que te provocan sentimientos negativos pero no sueles reconocerlo?

-¿te resulta muy difícil afirmarte en su presencia?

-¿no asumes responsabilidad en el problema?

-¿sientes que confías poco en ti y que tienes una baja valía (sobre todo manifiesta en esa situación)?

¿Qué está pasando y cómo salir de ello?

Como decimos, no sabemos si ese papel de víctima es percibido por la persona o, realmente,  está ante el yugo de un completo “tirano”. En cualquiera de los dos casos, y con dificultad, debemos dejar de compadecernos y salir de la situación, tomando distancia de la persona que supuestamente nos somete. En el caso del rol de víctima no real, debemos trabajar con un profesional la percepción que tenemos de nosotros mismos.

Es importante saber que:

-Nos estamos colocando en un papel inferior al otro, en una relación asimétrica (bien sea pareja, familiar o compañero).

-No estamos asumiendo nuestra contribución o responsabilidad en el problema, que incluso puede ser  el de tolerar la situación o adoptar conductas sumisas o de rabia. Muchas veces, la responsabilidad de nuestro sufrimiento es sólo nuestra.

-El rol de víctima no nos ayuda a solucionar el problema.

-Buscar la manera de trabajar nuestra autoestima independientemente del otro, como un trabajo personal.

-Aceptar que nos estamos comportando como una víctima, pero que vamos a salir de ello.

-Distanciarte temporalmente de aquello que te sitúa en ese rol puede ser lo idóneo, para verlo con más perspectiva.

-Olvida tu resistencia y deja de luchar contra los “elementos”, no te resignes a esa situación, deja de criticar al otro.

-Trata de centrarte en todos tus recursos personales.

-Como trabajo personal último, trata de perdonar sinceramente, a aquella persona que supuestamente te oprime.

 

 

 

Momentos críticos en las relaciones

Por todos es sabido que las parejas pasan por momentos críticos o difíciles, a lo largo de los años, y que, normalmente, de ellos depende saber superarlos y salvar esos obstáculos que se presentan en el camino.

¿Cuáles son esos momentos críticos?

En parejas jóvenes, estos son los primeros conflictos serios que aparecen:

-La fase en la que dejamos de “idealizar” al otro, cuando descubrimos la realidad de su  forma de ser. Enamorarse de una persona puede resultar fácil pero el afecto mantenido en el tiempo es mucho más difícil de conseguir y pasa por aceptar a nuestra pareja. Existen personas que tienen cierta “adicción” a enamorarse y a sentir la pasión inicial, y se cansan cuando la pareja se estabiliza.

-La compra de un piso y el amueblamiento del mismo. Se trata de una situación sumamente estresante por lo que implica y este malestar que se genera crea un clima negativo en la relación.

-La llegada del primer hijo o de los siguientes. Cada uno de nosotros hemos nacido en el seno de una familia con sus particularidades y somos partidarios de unas pautas educativas u otras en relación a nuestros hijos. Esto es una clara fuente de conflictos con la pareja, ya que pueden producirse continuos desacuerdos relativos a cómo educar a nuestros vástagos.

-Un cambio de carrera, una pérdida de empleo o un ascenso de uno de los miembros o de los dos. Sea un cambio en sentido positivo o negativo, estaremos de nuevo sometidos a mucho estrés provocado por la modificación de nuestra vida y esto puede verse reflejado en la pareja.

-Una aventura o relación fuera de la pareja. Este hecho puede producir numerosos daños en la pareja, desde ruptura hasta sentimientos de culpabilidad en el que ha cometido la infidelidad, pasando por sentimiento de traición y estado de ánimo depresivo en el que la sufre.

En parejas más mayores, las posibles fuentes de conflictos son:

-La llamada crisis de los cuarenta o esa supuesta crisis de la mediana edad. Empezamos a ver que no hemos hecho todo lo que queríamos, que no se han cumplido nuestras expectativas, que nos vemos mayores para ciertas cosas. Ese malestar se puede trasladar a la relación.

-La enfermedad o la muerte de un ser querido. Por nuestra edad, podemos vivir de cerca una patología de nuestros padres o de algún familiar cercano. Todo ello nos induce a la tristeza, a adoptar el rol de cuidador, a plantearnos el sentido de nuestra vida, etc.

-La jubilación y la marcha de los hijos de casa. Tenemos la sensación de dejar de ser útiles,  más tiempo libre para pensar, nos faltan estímulos que teníamos antes.

En cualquiera de los casos anteriormente señalados, es posible que la pareja logre salir airosa por sí misma, poniendo en marcha sus propias estrategias de solución. Cuando esto no se consiga naturalmente, lo conveniente es consultar a un profesional de la salud mental o psicólogo que pueda ayudar a superar el bache.

**También publicado en http://www.cronicanorte.es/ocho-conflictos-habituales-en-las-parejas/64348

Fuente: Pixabay

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