¿Es bueno el desahogo emocional?

La respuesta a esa pregunta es que no siempre es bueno desahogarse verbalmente o «vomitar» todo lo que nos sucede:

Existe el que he venido a llamar desahogo poco constructivo o tóxico:

Son personas que hablan continuamente y en exceso de sí mismas, olvidándose de las personas que tienen a su alrededor. Su discurso está construido a través de quejas y pesimismo. En muchas ocasiones, no muestran ningún tipo de interés por lo que tenga que decirles el interlocutor ya que lo que buscan es «expulsar» todo lo que les ocurre. En ese momento no escuchan al otro. Esto no se considera en absoluto terapéutico, la mejor conversación es en la que ambos interlocutores pueden opinar sobre el tema concreto.

Asumir un rol de víctima puede ser reflejo en ocasiones de este tipo de desahogo. También la persona puede pretender ser el centro de atención constantemente o simplemente no pasar desapercibido. Debido a ese victimismo no se da cuenta de si toma o no actitudes dañinas sobre las personas de su alrededor, generándoles así un posible daño. En ocasiones su discurso incluye emociones como la envidia, los celos y la soberbia, aunque no siempre.

Ese tipo de desahogo no les sacia, es decir, no les hace sentir mejor a medio plazo, necesitarán desahogarse más y más porque ese tipo de discurso se retroalimenta a sí mismo.

Por el contrario estaría el desahogo emocional constructivo:

Este tipo de desahogo se caracteriza porque la persona es consciente de sus emociones y suele reconocerlas al otro sin problemas. Llora si tiene que llorar.

La persona se pregunta cosas como: ¿qué me da rabia? ¿qué es lo que me enfurece? ¿qué es lo que me entristece? ¿qué es lo que me impide encontrarme bien en estos momentos?

Emplea expresiones como: me siento, a mi me duele que, yo no quiero que…

Intenta buscar con el otro interlocutor una solución a su problema y a lo que siente, no busca sin más trasladar al otro su malestar…Sabe, no obstante, que la solución sólo está en él mismo, que es él quien tiene que tomar medidas y que no gana nada con culpar a otros de su problema. Asume su responsabilidad en el asunto.

Busca personas que saben escuchar, comprender y entender porque es importante establecer con el otro una conversación, no un monólogo. Eso es lo verdaderamente terapéutico.

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Trucos para hablar en público

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Existen varios elementos claves a la hora de hablar en público, el primero de ellos, la mirada hacia la audiencia. Transmite menor seguridad el mirar a unas transparencias, hacia el techo o hacia una pared que el mirar a la gente a la que nos estamos dirigiendo. Si no prestamos atención a la audiencia, ésta no prestará atención hacia nosotros. Puede ser conveniente aplicar alguna técnica de relajación, respiración o meditación un rato antes de la exposición, para llegar con un nivel adecuado de activación (aunque acudir con un nivel moderado de activación es normal e incluso deseable). Normalizar y relativizar si detectamos señales de nerviosismo: es del todo normal. Si ya estamos hablando y detectamos estos síntomas, puede ser incluso deseable admitirlos con sentido del humor, ya que la audiencia puede sentir simpatía hacia nosotros por demostrar elegantemente esa sinceridad.

Antes de empezar a hablar debemos mirar hacia el auditorio, estableciendo contacto visual, haciendo un barrido en M ó en W. Durante la charla podemos mirar a la cara de una determinada persona durante unos segundos e ir cambiando la mirada hacia otras personas, de manera que sientan que nos estamos dirigiendo a ellas. Si tu dificultad es máxima mirando a los ojos, puedes mirar a la nariz ya que apenas se notará la diferencia. Periódicamente puedes mirar en forma de M ó de W, dirigiendo al menos la mirada a la audiencia el 50-60% del tiempo. No mires siempre a la misma persona o grupo, esto puede excluir al resto o intimidar a esa persona. No mires tampoco constantemente al profesor, moderador, etc., que esté en la sala.

En definitiva, es necesario cuidar el patrón de mirada ya que nos permite obtener información del auditorio valiosa para nuestra charla y transmite seguridad y confianza. Por el contrario, la evitación de la mirada o el mirar fugazmente y ocasionalmente impide recibir retroalimentación del público y puede transmitir inseguridad, falta de espontaneidad, desinterés, etc.

En relación al volumen es necesario hablar lo suficientemente alto para que se nos pueda oír bien, teniendo en cuenta la distancia, el tamaño del auditorio y el ruido.  Piensa que estás hablando para las personas de la última fila.

No siempre hay que hablar con el mismo volumen, puedes cambiarlo en función de si estás transmitiendo emociones, enfatizar una idea o ganar la atención del público. Baja el volumen cuando tengas un punto importante que destacar y súbelo cuando quieres que la audiencia se movilice hacia la acción. Es importante no reducir demasiado el volumen al final de las frases.

Si no se oye bien, el público puede desinteresarse por lo que uno dice, se fatigará o se irritará, además de que un volumen bajo puede transmitir poca seguridad o credibilidad. Si el volumen es muy alto puede dar sensación de que el conferenciante está avasallando o puede provocar irritación.

En este sentido es importante hacer algún ejercicio de respiración o de educación de la voz para que salga desde la zona de los pulmones y desde el estómago. Existen ejercicios de respiración profunda especialmente diseñados para proyectar una voz adecuada.

Por último, aunque es obvio, es necesario una buena preparación de lo que se va a decir, aunque no tenemos que recitarlo literalmente. El conocer en profundidad el tema sobre el que vamos a hablar nos dará seguridad y nos permitirá ir más tranquilos.

 

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Pautas para elogiar a un niño

Hay niños muy sensibles al refuerzo social, aunque en líneas generales todos lo son. Se sienten satisfechos de ser elogiados, felicitados y que se atienda a la conducta bien hecha. Pero ¿cuáles son las pautas más apropiadas para elogiar a tu hijo o a un niño?

  • Presta atención cuando el niño se porte bien. No reserves tus elogios para conductas perfectas.
  • No te preocupes de que vayas a darle demasiados elogios.
  • Dale más elogios a los niños más difíciles de controlar.
  • Elógiate a ti mismo como ejemplo.
  • Da elogios específicos.
  • Elogia con entusiasmo, sonrisas y miradas de aprobación.
  • Elogia de forma inmediata a la conducta.
  • Cuando elogies hazlo acompañado de palmadas, abrazos y besos.
  • Elogia de forma consistente, siempre que aparezca la conducta a elogiar.
  • Dale elogios delante de otras personas.girl-388652_640
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Un libro recomendado: Psicotrampas

Esta entrada es la número 100 de mi blog, casi un año desde que empecé con él, ya que las primeras entradas son de marzo de 2014!!

En ella voy a comentar un libro que puede considerarse de divulgación o de autoayuda y que me he leído últimamente.

Se llama Psicotrampas de G. Nardone y básicamente trata de detectar las trampas psicológicas que nos planteamos nosotros mismos y nos hacen la vida más difícil y problemática.

En el libro propone siete psicotrampas referidas al pensamiento (formas de pensar) y ocho referidas a la acción (forma de comportarse). Suelen ser errores que cometemos de forma frecuente o cíclica y que no nos hacen bien ni nos permiten avanzar o evolucionar.

Las psicotrampas de pensamiento, según el autor,  son las siguientes:

-El engaño de las expectativas: la tendencia y el error a atribuir a los demás nuestras mismas percepciones y convicciones y esperar de ellos nuestras mismas acciones y reacciones. El comprobar que esto no se da en el mundo real conlleva desilusiones, decepciones, estados depresivos, rabia, descontrol…

-La ilusión del conocimiento definitivo: creer que puedo conocer definitivamente la realidad. Ni el mundo científico puede conocerse en su totalidad y mucho menos, los problemas de tipo emocional o social pueden explicarse totalmente a través de la lógica.

-El mito del razonamiento perfecto: relacionado con lo anterior, hay personas que creen que pueden afrontar todos los problemas y dificultades de la vida a través de un razonamiento lógico y racional. Cuando esto se aplica de una forma rígida pasa a ser disfuncional.

-Lo siento, luego existe:”lo siento así, luego es así”, “tengo esa intuición”, atribuimos  a alguien o algo ciertas propiedades percibidas sin pruebas tangibles, basándonos únicamente en nuestras sensaciones. Aquí entraría también el efecto de la “profecía autocumplida” (vemos todo lo que confirma nuestras hipótesis y rechazamos lo que las desmienten, con lo cual, lo que habíamos predicho parece que se cumple).

-Piensa en positivo: el autor indica que hacer uso de esta “técnica” en exceso puede provocar profundos desengaños o estado de ánimo deprimido. Altas expectativas pueden conllevar posibilidad de alta desilusión. Es una especie de autoengaño de forma voluntaria que no siempre funciona.

-Coherencia a toda costa: se trata de ese principio de coherencia con nuestras convicciones que no nos permite cambiar de opinión, de ideas o de valores. Esto ha sido causa de muchos conflictos y guerras entre grupos humanos. La coherencia con nuestras ideas es importante, pero sin caer en el extremismo, la radicalidad o la falta de adaptación a los cambios.

-Sobrevalorar e infravalorar: sobrevaloramos a las personas cercanas e infravaloramos a quien no nos gusta y a quien rechazamos. A veces, en la misma o parecida situación, tenemos dos varas de medir según la relación que tengamos con la persona en cuestión. Como ejemplo podemos señalar un padre que defiende a un hijo a pesar de haber cometido una atrocidad, un hincha de un equipo de futbol, la valoración que hacemos de un amigo que ha conseguido trabajo, frente a otra persona que no soportamos en la misma situación.

Vamos ahora a señalar las ocho psicotrampas más relacionadas con la acción:

-Insistir:  insistir en una acción hasta la exageración o insistir en aplicar una modalidad de acción incluso cuando no funciona, por ejemplo, agobiar a la pareja con una demostración constante de amor, insistir en comportamientos en el trabajo porque creemos que no hemos sido lo suficientemente perseverantes, etc. El hombre tiende a resistirse al cambio para mantener su equilibrio natural pero también podemos modificar estas conductas disfuncionales y cambiarlas por otras más funcionales.

-Renunciar y rendirse: está también relacionada con la anterior, se trata de insistir y perseverar en la dirección de la renuncia y abandonar ante la primera dificultad. Desconfiamos de nuestras capacidades o nos dejamos llevar por la pereza, de esta forma nuestra presunta incapacidad se hace real.

-La manía del control: es el mito del control sobre todas las cosas, la tendencia a tenerlo todo bajo control. Aunque a priori el control es positivo para el hombre y conlleva actitud positiva, es negativo cuando tratamos de controlar lo incontrolable o lo llevamos al extremo (controlar a otra persona, una respuesta fisiológica, como el sonrojarse). En estos casos, el intento de control conduce a la pérdida de control, de lo cual es un ejemplo extremo el TOC.

-La evitación: se trata de evitar las situaciones potencialmente arriesgadas, lo cual nos hace sentirnos seguros pero, por otro lado, confirma nuestra incapacidad de afrontar y superar esas dificultades.

-El aplazamiento: es una acción en la que no renuncio ni evito, pero postergo la acción para el futuro; cuando ya no nos queda otra que enfrentarnos a determinadas situaciones nos damos cuenta de que nos estábamos autoengañando y nos enfrentamos al drama de tener que hacer esos que aplazamos.

-La ayuda que daña: aunque la ayuda es una acción positiva, alejar cualquier obstáculo posible de una persona a la que queremos hace que desarrolle una falta de confianza en sus propios recursos personales. Por el contrario, es bueno pedir ayuda cuando se necesita, pero no pretender que alguien nos sustituya, ya que eso confirma nuestra incapacidad.

-Defenderse de forma preventiva: desconfiar hasta el punto de defendernos  como precaución para poder resguardarnos de grandes desilusiones por parte de los demás. Esto también crea desconfianza y antipatía en nuestro interlocutor, dando lugar a relaciones basadas, tanto en la citada desconfianza, como en posiciones defensivas.

-Socializarlo todo: existe la convicción social de que abrirse y hablar de nuestras dificultades y problemas siempre viene bien, pero esto no siempre es así, ya que hablar a toda costa está contraindicado, como sucede con personas que hablan constantemente de sí mismas, personas que tratan de imponernos sus argumentos simplemente para convencerse a sí mismos o personas que descargan sobre nosotros su papel de víctima de forma muy frecuente. En el caso de los miedos patológicos, fobias u obsesiones es incluso hasta contraproducente intentar compartir todo ese contenido. Asimismo, un ejemplo también claro es el de estas personas a toda costa sinceras o que cuentan relaciones anteriores a su pareja con todo lujo de detalles y la duda que siembran en el otro miembro.

¿Y tú? ¿Has caído en alguna de estas psicotrampas?

Antipatía

Todos hemos tenido la vivencia de experimentar antipatía por una persona que no conocemos, o que no hemos tenido tiempo de tratar en profundidad; no podemos argumentar con hechos o sucesos ese sentimiento de antipatía. La primera impresión sobre una persona se forja en cuestión de minutos tras conocerla y con ello tenemos que contar, pero el mantener esa antipatía sin motivo aparente puede desencadenar un conflicto con ella y hacer que la relación sea muy complicada.

Ese sentimiento de antipatía no es racional, es un impulso, es una intuición, es un modo conocimiento de tipo emocional. Todo lo que haga la persona afectada podemos utilizarlo para justificar nuestra hipótesis de antipatía, no dando la más mínima oportunidad de demostrar otro comportamiento. La hemos encasillado y su comportamiento nos parecerá inadecuado porque no nos cae bien… ¿Os ha pasado eso alguna vez? Seguro que sí y, en ocasiones, podemos ser muy injustos: “no la soporto”, “no me cae bien”, “no puedo con él”, “no la trago”, etc.

En ocasiones, debemos tratar con personas que nos resultan antipáticas y la relación tiene que ser frecuente. Puede ser que esa persona sea:

-Un compañero de trabajo.

-Un jefe o superior directo.

-Un directivo de tu empresa con el que tienes que tratar frecuentemente.

-Un miembro nuevo de tu grupo de amigos.

-La pareja de un amigo.

-Un familiar carnal o político relativamente allegado.

-Etc.

Os propongo un ejercicio de Programación Neurolingüística (PNL), aplicado concretamente al ámbito laboral. Sirve para intentar matizar o trabajar la antipatía que siento hacia una persona con la que tengo que tratar de una forma relativamente frecuente. No es mi especialidad la PNL y no voy a entrar en un debate sobre si esta corriente es idónea o no; mi línea terapéutica es la cognitivo conductual, aunque considero que está técnica concreta puede contribuir (desde mi línea) a reintegrar la información recibida acerca de una persona, puede ayudar a exponernos a algo que a priori rechazamos y puede coadyuvar a concentrarnos y a reflexionar sobre lo que no nos gusta de aquella persona, de modo que podamos matizarlo:

-Primero, imagina a la persona por la que sientes antipatía.

-Pregúntate si lo que desencadena la antipatía es lo que VES de él o lo que OYES de él.

-Si no te gusta lo que VES de ella, intenta determinar si es por algo en su CARA o por algo en su CUERPO.

-Si no te gusta lo que OYES, comprueba si es por sus PALABRAS (CONTENIDO) o es por el sonido de la VOZ.

-Tómate un rato en pensar que es lo que no te gusta, qué desencadenan los pensamientos negativos:

-Cara: por ejemplo, la expresión de los ojos, sonrisa…

-Cuerpo: por ejemplo, gesticulación, postura…

-Contenido de lo que dice: palabras aisladas, formulaciones…

-Voz: fuerza, velocidad, entonación…

-Una vez detectado lo anterior, dirige tu atención hacia aquello que no te gusta e intenta determinar a QUIÉN te RECUERDAN esos rasgos o gestos, QUÉ PERSONA te hizo sentir algo así, determina de QUÉ TE SUENA ese rasgo en concreto: a tu padre, a un profesor, a un abusón del colegio, a una pareja que te dejó, a un chico de tu barrio, etc.

-Una vez detectada esa persona imagina ¿DÓNDE la estás viendo? ¿Alejada o ante ti? ¿Por encima de ti, por debajo, en la derecha, en la izquierda? ¿La ves a tamaño real? ¿Más grande? ¿Más pequeña?

-Imagina a la persona por la que siente antipatía actualmente.

-Imagina a las dos personas, a la del pasado y a la del presente.

-Trate de separar mentalmente, tanto como sea posible, las dos figuras, pero siempre viendo las dos a la vez.

-Siga separando claramente las dos, trate de percibir separadamente.

-Mire ahora a la figura del pasado y nómbrela: “eres mi padre”, “eres X de mi colegio”.

-Mire a la persona del presente y desígnela: “eres X”, “eres mi compañero de trabajo”.

-Repita varias veces estos pasos últimos de separación hasta que quede claro que estas dos personas no tienen nada que ver.

-Piense ahora en la persona del presente. Habrá hecho el ejercicio bien si no siente la antipatía inicial hacia esa persona. Si el efecto no se ha producido aún del todo, repita los pasos anteriores hasta conseguirlo.

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Algunos trucos para mejorar nuestras habilidades sociales

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En este post vamos a proponer algunas técnicas que se utilizan en el trabajo de las Habilidades Sociales en consulta o en grupo (yo misma suelo proponerlas a mis pacientes y les doy un material parecido a éste). Se utiliza, como veremos en una entrada posterior, para poder manejar determinadas situaciones de forma más firme o más asertiva, no boicoteando nuestros propios derechos ni dejando que no sean respetados por otros.

DISCO RAYADO: repetimos insistentemente lo que queremos, lo que pedimos, lo que solicitamos, defendemos nuestros derechos. Se empieza con algo positivo (te entiendo, comprendo…) y, a continuación, decimos lo que queremos o no queremos. El interlocutor dejará de insistir en que hagamos algo que no queremos o no hagamos algo que queremos.

-Entiendo, pero no me interesa… Le he comprendido pero no lo voy a comprar…Quizás, pero no lo quiero…

PERO: reconocemos la primera parte como verdadera, de lo que nos dice la otra persona que supuestamente intenta manipularnos y, a pesar de ello, mantenemos nuestra postura.

-Sí, es posible que parezca egocéntrico, pero…
-Tienes razón, pero lo haré cuando yo considere…
-Es cierto que me gusta lo extravagante, pero…

Se puede combinar con la anterior técnica (Disco Rayado).

INFORMACIÓN MUTUA: prestamos atención a lo que nos dicen (escucha activa) y después damos por nuestra parte una información distinta (una vez escuchado, hacemos uso de nuestro turno y mostramos nuestra información u opinión).

ASERCIÓN NEGATIVA: reaccionamos ante una crítica que es justa pero sin dar demasiadas excusas o justificaciones. Normalmente, tendemos a defendernos y justificarnos en gran medida pero lo que propone esta técnica es admitir el error sin justificarnos demasiado.

-Has tardado mucho en hacer este trabajo. –Es cierto, lo he realizado lento, podría haberlo hecho más rápido, disculpa.

INTERROGACIÓN NEGATIVA: facilita la comunicación cuando otra persona nos critica y sirve para conocer los sentimientos o ideas de otras personas en estos casos.

-¿Qué tiene de malo que salga hoy?
-¿Qué defecto le encuentras a mi ropa?
-¿Qué te molesta de mi forma de hablar?
REPETIR LO QUE SIENTE LA OTRA PERSONA: se repite lo dicho por la otra persona pero sin mostrar acuerdo alguno en lo que se dice.
-Ya sé que para ti es muy importante que te deje mi coche, pero…
PARAFRASEAR: se comenta expresivamente lo que nos dice el otro en un tono similar y expresando nuestra opinión verdadera.

-¿Te sentirías muy bien si te dijera que sí…?

-Entonces lo que quieres decir es que…pero yo….

-Si no me equivoco opinas que…pero yo…

Romanticismo, comunicación y forma de pensar en la pareja

LOS ERRORES EN LA COMUNICACIÓN:

En la relación de pareja, los aspectos no verbales de la comunicación transmiten más que los verbales.

Otro aspecto de la comunicación que se altera mucho es el que se refiere al impacto que tienen los mensajes en quien los recibe. Los mensajes se filtran de una manera negativa cuando la relación es conflictiva.

El estilo de la comunicación en las parejas con conflictos tiene estas características generales:

1-General versus específico. Las parejas con una mala relación tienden a comunicarse de una manera muy general y absoluta. Pierden la perspectiva en los diferentes temas, como si hubieran establecido la creencia de que todo está mal y, por lo tanto, no hubiera posibilidad de tener en cuenta los aspectos positivos sobre ningún tema. Los comentarios o el análisis que hacen con respecto a cualquier incidente pasan a ser considerado como una generalidad.

2- Rigidez versus flexibilidad. Los comentarios que hacen cuando conversan pretenden en su mayor parte convencer al otro de que la propia opinión es la correcta. De ahí que se adopten posiciones muy poco negociadoras. Sólo cabe imponerse al otro, ya que cuanto más tajante y más radical sea la forma de comunicarse, más razón se tendrá. Este estilo rígido de comunicación genera una tensión que imposibilita tener la relajación suficiente como para hablar de otros temas.

3- Monólogo versus diálogo. Que uno de los dos miembros de la pareja monopolice la comunicación imposibilita la escucha.

4- Negativo versus positivo. El contenido de los mensajes que intercambian la pareja, es en su mayor parte negativo.

5- Pasado versus presente o futuro. En cuanto surge algún tema mínimamente negativo, se recuerdan mutuamente cosas del pasado también negativas para afianzar y justificar lo ocurrido en el presente.

LOS ERRORES EN LA MANERA DE PENSAR.

Es muy difícil, cuando uno se nota enfadado y hostil hacia el otro, controlar ese impulso que nos lleva a defendernos atacándole. El papel que juegan los pensamientos automáticos en estos momentos es fundamental ya que tienden a exagerar el peso de lo negativo y, por lo tanto, el disgusto hacia el otro.

1- Pensamientos basados en la utilización de expresiones como siempre-nunca, todo-nada.

2- Magnificar-minimizar. Las parejas con una relación conflictiva tienden a magnificar mucho más los conflictos y los detalles negativos que los positivos. Las parejas intentan clarificar hasta el último detalle de la situación negativa, lo que de forma indirecta agrava la situación. Por último, al exagerar lo negativo del otro, también pretendemos resaltar nuestras cualidades y que, por lo tanto, se nos valoren y reconozcan.

3- Culpabilizar al otro o a la relación del propio malestar o insatisfacción en la relación.

4- Filtro mental. Este error consiste en fijarse únicamente en lo que se acomoda al propio punto de vista o a las propias creencias. Es muy frecuente que saquemos de contexto aquellos detalles que no nos gustan y que automáticamente los relacionemos con una opinión que antes teníamos confirmada. Este error de pensamiento es peligroso porque afecta también a la propia persona, que se va a sentir mal consigo misma y, probablemente, empezará a infravalorarse por mantener una relación afectiva con una persona de la que sólo ve los defectos y torpezas.

5-Los “debería” dicotómicos. Se trata de pensar sobre los problemas con el punto de vista de “o hago lo que tú quieres o te enfadarás y tendremos una bronca, o te digo que sí o me separo”… Los temas cierran la posibilidad de un posible acuerdo porque sólo existen dos opciones muy drásticas, sin ninguna otra salida viable. Además, cuando la persona se plantea los temas de esta forma, sufre las consecuencias negativas de las dos opciones, por lo que es probable que no haga nada y que espere a que el tiempo clarifique algo la situación; pero eso sí, infravalorándose más de lo que lo venía haciendo.

No podemos dejar de lado que en nuestra sociedad existen una serie de prejuicios o creencias que facilitan la aparición de los problemas en la relación. La mayoría de los prejuicios tiene que ver con la idealización del amor y del romanticismo, y entre otros son:

-Los desacuerdos son destructivos

-Como es mi pareja me quiere y tiene que conocer mis pensamientos y mis deseos sin que yo se los tenga que comunicar.

-Mi pareja no puede cambiar, es como es.

-Las relaciones sexuales tienen que ser plenas y felices.

-Los hombres y las mujeres son diferentes en cuanto a las necesidades que esperan que su pareja pueda cubrir.

-Si no me presta atención es porque ya no le intereso nada.

Una vez instaurados estos patrones de funcionamiento negativos, se comportan como dos grandes desconocidos que viven juntos, sin saber muchas veces cuál es el motivo de dicha situación.

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Meterse en los zapatos del otro: una entrada sobre la empatía

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Este post es continuación de unas entradas anteriores acerca de la comunicación, la escucha activa y la inteligencia emocional. Para poder ser un buen conversador y conectar con mis propias emociones y, sobretodo, con las de los demás es necesaria entrenar la inteligencia emocional y también la empatía.

Las entradas anteriores a las que me refiero son:

https://rosaliamv.wordpress.com/2014/10/31/eres-emocionalmente-inteligente/

https://rosaliamv.wordpress.com/2014/10/24/sabes-escuchar/

https://rosaliamv.wordpress.com/2014/10/17/pinceladas-basicas-para-lograr-una-buena-comunicacion/

Para conectar con los demás, poder conversar y saber escuchar es necesario hacerme cargo de cómo se está sintiendo el otro, “ponerme en sus zapatos”. Si empatizo con lo que él está sintiendo soy capaz de entender al otro incluso en los casos en los que estoy en total desacuerdo. Empatizar es comprender cómo se siente el otro, el consabido “ponerse en su lugar”, pero no hasta el punto de identificarse con él. Que yo comprenda cómo se puede sentir otro en una determinada situación no significa que me haga cargo de sus problemas ni que me identifique con su experiencia hasta el punto de perder la objetividad o involucrarme demasiado. Si hago esto dejo de ayudar. Imaginaos un psicólogo o médico llorando con cada uno de sus pacientes o un amigo que se identifique mucho con el problema y trate de darle una solución rápida al mismo para dejar de sufrir él y el otro. ¿Estarían ayudando?

Si bien es cierto que unas personas son más empáticas que otras (también existe variabilidad por sexos), la empatía puede aprenderse en cierta medida.

A veces escuchamos algo que supone un problema para un amigo o un familiar pero no empatizamos, si no que tratamos de resolverlo rápidamente o juzgamos duramente la situación o el problema (incluso al otro). Todos juzgamos, en alguna medida, pero hay gente a la que le maravilla juzgar a los demás. Es importante manejar esto y no ser tan duros con nosotros mismos ni con los demás.

Hace poco en un curso que hice sobre Marca Personal y la docente nos expuso conductas que son incompatibles con la empatía a pesar de que escuchemos correctamente a nuestro interlocutor. En el momento que dejamos de empatizar, dejamos de mostrar nuestra inteligencia emocional.

¿Qué conductas nos impiden empatizar?

-Aconsejar al otro: “Deberías hacer…”, “Yo que tú haría…”. Aparentemente, parece que estamos ayudando pero realmente estamos diciéndole lo que tiene que hacer, incluso actuamos como salvadores. Es posible que el otro, en un acto de simple rebeldía, deje de hacer lo que le estamos aconsejando, con lo cual el efecto puede ser el contrario.

Competir: “Eso no es nada comparado con lo que me ocurrió a mí…”. En una entrada anterior comenté que, en las conversaciones, estamos esperando a que el otro acabe para poder contar nuestra batallita y, si es más llamativa, todavía mejor. Esto es un claro ejemplo.

Consolar: “No es culpa tuya”, “hiciste lo que pudiste”. Consolar no es empatizar. Cuando una persona tiene un problema grave, a veces, la mejor fórmula es acompañarle y ofrecerle nuestro hombro, sin más. Frases como “puedo entender cómo te sientes”, “comprendo que…”, “es cierto que lo que ha pasado es muy desagradable…” pueden ayudar más.

Contarle alguna historia parecida: “esto me recuerda a una vez que…”. Tampoco es empatizar, estamos pensando en nuestras propias vivencias o en historias que hemos presenciado.

Minimizar: “Ánimo, no es para tanto”, “venga, anímate, hay cosas peores”. Este tipo de expresiones da lugar a que la persona piense que su problema carece de importancia o sea una tontería. Ayuda muy poco. También puede crear rabia en el interlocutor: me enfado porque estás minimizando mi problema.

Compadecer: “¡Pobre!”, “pobrecito”, “¡qué mala suerte!”. Esto solemos hacerlo por nuestra educación, con tendencia a la compasión y a la caridad. Sin pretenderlo, estamos situando al otro en una situación de inferioridad frente al mundo o frente a nosotros. Fomenta la sensación de inferioridad y debilidad.

Interrogar: “¿Cuándo empezó?”,” ¿y qué pasó?…”  Las preguntas pueden ser apropiadas, siempre y cuando no se someta a la persona a un interrogatorio. El obtener nosotros  la información, a toda costa, no es lo más importante, sino saber cómo se siente la persona.

Explicar: “Habría venido, pero…”, “lo que a ti te pasa es…”. Justificaciones y explicaciones sobre el problema no son empatía.

Corregir: “Esto no ocurrió así…”, “estás equivocándote…”. A veces sí ayuda confrontar a la persona con la visión que tiene sobre el problema porque no lo está viendo con toda claridad. No obstante, corregir de una manera brusca puede despertar el sentimiento de rebeldía mencionado anteriormente. La confrontación se puede llevar a cabo cuando la persona haya pasado ese “shock” inicial.

¿Y tú?

¿Te ves en alguna de ellas?

Algunas pinceladas para poder empatizar en una conversación son:

-Entiendo que…

-Comprendo cómo puedes sentirte…

-Lo que te pasa en muy desagradable pero creo que puede tener solución…

-Me hago cargo…

-La verdad es que me pongo en tu lugar y debe ser complicado…

-Entonces lo que quieres decir es que…

-Por lo que me has dicho esto sucedió de tal forma…

-Si no me equivoco lo que te preocupa es…

-Por lo que he escuchado lo que te hace sufrir es…

-Estoy a tu lado…

-Estoy aquí si me necesitas…

-Etc., etc…

 

 

 

 

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¿Eres emocionalmente inteligente?

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En primer lugar, indicaros que la inteligencia emocional, de la cual seguro que sabemos algo o hemos oído hablar en alguna ocasión, se puede practicar y aprender. Seguro que, en situaciones, habremos escuchado que este tipo de inteligencia es tan necesaria o más para conseguir el éxito en la vida como la capacidad intelectual. Por ello, es conveniente potenciar esa habilidad.

La inteligencia emocional abarca un componente hacia uno mismo: tener conciencia de uno mismo y de cómo actúo (conocerme) y ser capaz de controlar mis conductas y emociones, lograr que sean apropiadas y ajustadas a las situaciones.

Abarca, asimismo, un componente de relación con los demás: ser capaz de empatizar con los otros y dirigirme a ellos con una serie de habilidades sociales adecuadas (hemos visto diversos post sobre ello).

Una cosa está clara, el inteligente emocional detecta y comprende tanto las emociones propias (autoconciencia), como las emociones de los demás (empatía). También maneja apropiadamente las emociones y conductas propias (autocontrol) y las de los demás (habilidades sociales).

Aquí existen varios pasos: primero, percibir una emoción propia o ajena, segundo, comprenderla y, por último, regularla. Esto se puede aprender.

¿Qué se puede entrenar y cuál es el objetivo?

¿Qué caracteriza a un inteligente emocional?

-Suelen ser equilibrados en el mundo social y suelen entender sentimientos, perspectivas y preocupaciones ajenas.

-Suelen pensar con claridad y no suelen perder el control cuando están sometidos a presión.

-Conocen qué emociones experimentan y sus causas.

-Pueden controlar su impulsividad y las emociones perturbadoras.

-Suelen ser personas reflexivas y suelen manifestar seguridad en sí mismas.

-Saben sus puntos fuertes y débiles.

-Pueden percibir las conexiones entre lo que sienten y lo que piensan, hacen y dicen.

¿Te ves reflejado? ¿No estaría mal un entrenamiento?

 

 

 

Pequeña historia sobre el Trabajo en Equipo

La próxima temporada, cuando veas los gansos emigrar dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el invierno, fíjate que vuelan en forma de «V». Tal vez te interese saber: ¿Por qué lo hacen así? Al volar de esta forma, la bandada entera aumenta en un 71% el alcance del vuelo con relación al de un pájaro volando solo.

Lección 1: Compartir la misma dirección y el sentido del grupo permite llegar más rápido y más fácilmente a destino, porque ayudándonos los logros son mejores.

Cuando un ganso sale de la formación, siente la resistencia del aire y la dificultad de volar solo; entonces, rápidamente retorna a la formación, para aprovechar el poder de elevación de los que están a su frente.

Lección 2: Permaneciendo en sintonía y unidos junto a aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección, el esfuerzo será menor, será más sencillo y placentero alcanzar las metas, y estaremos dispuestos a aceptar y ofrecer ayuda.

Cuando el ganso líder se cansa, se traslada al final de la formación, mientras otro asume la delantera.

Lección 3: Es necesario compartir el liderazgo, respetarnos mutuamente en todo momento, compartir los problemas y los trabajos más difíciles, reunir habilidades y capacidades, combinar dones, talentos y recursos.

Cuando un ganso se enferma, es herido o está cansado y debe salir de la formación otros salen de la formación y lo acompañan para ayudarlo y protegerlo: permanecen con él hasta que muera o sea capaz de volar nuevamente; alcanzan su bandada, o se integran a otra formación.

Lección 4: Cuando hay coraje y aliento, el progreso es mayor. Una palabra de aliento a tiempo motiva, ayuda, da fuerzas y produce el mejor de los beneficios.

Los gansos volando en formación graznan para dar coraje y aliento a los que van al frente, para que así mantengan la velocidad.

Lección 5: Estemos unidos, uno al lado del otro, pese a las diferencias, tanto en los momentos de dificultad, como en los momentos de esfuerzo.

 Lección Final: Si nos mantenemos uno al lado del otro, apoyándonos y acompañándonos, si hacemos realidad el espíritu de equipo; si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano para afrontar todo tipo de situaciones; si entendemos el verdadero valor de la amistad; si somos conscientes del valor de compartir, la vida será más simple y el vuelo de los años más placentero.

 

Libro: Educar las emociones.

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Audio

¿Sabes escuchar?

Muchos de nosotros solemos quejarnos a veces porque no nos sentimos escuchados, decimos que la gente no sabe escuchar, que te lanzan un tremendo monólogo, que no tienen interés en lo que decimos, que su lenguaje corporal da la sensación de que está en otras cosas (no me miras, no me atiendes…).

Es cierto que existen personas que escuchan lo que otro les dice, pero en realidad no están prestando la suficiente atención, hacen que escuchan o están esperando a que el otro acabe para lanzar su discurso.

Otras personas tardan un tiempo exagerado en contar algo nimio o no, sin dar al otro la oportunidad de explicarse. Otros emplean el monólogo.

Otras interrumpen.

Otras se centran en ellos mismos y parecen no mostrar interés por lo que el otro relata.

Y un largo etcétera…

Vamos a comentar qué patrones incorrectos se pueden dar durante un tiempo de escucha. Evidentemente, una persona no se comporta únicamente según un patrón puro sino que tendrá varios comportamientos acordes a la situación en la que se encuentre, pero tenderá con seguridad hacia uno en concreto:

  • El simulador: no se centra en la persona que habla, su mente está en otra parte a pesar de dar señales externas de que está atento: asiente con la cabeza, establece contacto visual y en ocasiones murmura “ajá”.
  • El interruptor: no permite que la persona que está hablando termine de hacerlo; no le hace ninguna pregunta para clarificar ni solicita ningún tipo de información adicional. Está demasiado ansioso de hablar. Muestra muy poco interés por la otra persona.
  • El interpretador: esta persona intenta de manera precipitada interpretar todo lo que otra persona dice y por qué lo dice. Juzga las palabras de su interlocutor o intenta acoplarlas a su propia lógica, sin tener suficientes elementos de juicio para ello. Suelen utilizar expresiones como: « Tú lo que sientes es….».
  • El aprovechado: utiliza las palabras de su interlocutor únicamente como un medio para transmitir su propio mensaje. Cuando la persona dice algo, el aprovechado se apropia del enfoque y lo modifica en la dirección de su propio punto de vista, su opinión, su historia o sus hechos. Sus expresiones favoritas son: “Bueno, eso no es nada en comparación con lo que me pasó a mí…”; “Yo recuerdo cuando yo era…”
  • El discutidor: esta persona sólo escucha el tiempo necesario para refutar lo dicho. Su objetivo es utilizar las palabras de su interlocutor en su contra. En el peor de los casos, lo discute todo y desea demostrar que el otro está equivocado. Como mínimo, intenta siempre que su interlocutor reconozca su punto de vista.
  • El consejero: ofrecer consejos es, en algunas ocasiones, positivo; sin embargo, en otras, este comportamiento interfiere con la capacidad de escucha, ya que no permite que la persona que está hablando exprese totalmente sus sentimientos o ideas; no contribuye a resolver los problemas, impide airearlos; también puede ser humillante para la persona que habla, ya que resta importancia a su preocupación al ofrecerle una solución rápida.

¿Qué es escuchar correctamente?

A esta habilidad se le llama escucha activa o escucha atenta, que implica oír al otro con total apertura, conectar con lo que está sintiendo, de manera que el interlocutor sienta que puede expresarse sin miedo a ser juzgado, aún cuando el oyente no esté de acuerdo con lo que dice. Las personas que saben escuchar activamente suelen establecer buenas relaciones y suelen resolver de una forma positiva los problemas.

En la escucha activa se pueden distinguir conductas observables y no observables.

Las observables está referida a las señales que emite el que está recibiendo el mensaje y que indican conexión emocional con el otro, como por ejemplo:

-asentir

-preguntar

-establecer el contacto corporal cuando corresponda.

-establecer contacto visual cuando corresponda.

Lo no observable se refiere al pensamiento del que está escuchando (relacionado también con los patrones anteriores, con juzgar, con pensar algo acerca del otro, con estar absorto en otras cosas, etc.).

Leído este post, ¿crees que escuchas de una manera correcta?

¿Crees que los patrones anteriores terminan por crear rechazo en los demás?

 

 

 *libro: EDUCAR LAS EMOCIONES

©Mireya Vivas, Domingo Gallego y Belkis González

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Minientrada

Pequeña historia sobre la asertividad

«Cuenta el columnista Sydney Harris que, en cierta ocasión, acompañaba a comprar el
periódico a un amigo suyo, quien saludó con cortesía al dueño del quiosco. Éste le respondió con brusquedad y desconsideración. El amigo de Harris, mientras recogía el periódico que el otro había arrojado hacia él de mala manera, sonrió y le deseó al vendedor un buen fin de semana. Cuando los amigos reemprendieron el camino, el columnista le preguntó:

– ¿Te trata siempre con tanta descortesía?
– Sí, por desgracia.
– ¿Y tú siempre te muestras igual de amable?
– Sí, así es.
– ¿Y por qué eres tan amable cuando él es tan antipático contigo?
– Porque no quiero que sea él quien decida cómo debo actuar yo.

La persona plenamente humana es aquella que consigue ser ella misma. Es un actor de su propia vida, no un re-actor ante lo que dicen o hacen los demás. Actúa por sus propias convicciones, no por reacción a como actúan con él los demás».

**Libro recomendado: Educar las emociones. man-81833_640

Pinceladas básicas para lograr una buena comunicación

No siempre tenemos tiempo de leer enormes textos o artículos para conseguir cosas importantes: bienestar psicológico, realce de la autoestima, una buena comunicación, etc.

En este caso, de forma muy breve, voy a dejaros una serie de pinceladas básicas para conseguir una buena comunicación con otras personas.

Es bueno, como en muchos de los ejercicios que propongo, llevar una tarjeta con estas pautas escritas, sobre todo cuando tenemos que afrontar una situación en la que es importante conseguir una comunicación adecuada y, además, tenemos un objetivo concreto (lograr defender un derecho, tratar con clientes, aclarar una duda o una situación con otra persona, etc.).

Sin más dilación, ¿cuáles son esas pautas?

-Utilizar el nombre de las personas cuando nos dirigimos a ellas es un hecho que facilita la atención. Que nos llamen por nuestro nombre capta nuestra atención de inmediato.

-Cuando tengamos que realizar una crítica, es mejor empezar expresando aspectos positivos: “entiendo tu postura y es aceptable pero…”, etc.

-Una regla muy importante es no utilizar malos modos o agresividad. Si estamos demasiado enfadados en ese momento como para no perder los papeles, es mejor posponer la conversación para más tarde.

-Tampoco debemos usar palabras tremendistas o totalizadoras: todo, nada, siempre, nunca, jamás, catástrofe, desastre, horrible, horroroso, insoportable, etc. Estas palabras dan lugar a emociones negativas tanto en los demás como en nosotros mismos.

-Preguntar mucho y obtener información, antes de opinar o juzgar. Si queremos dar pie a que la persona se explique debemos utilizar preguntas abiertas: “¿Qué te pasó el otro día cuando te fuiste enfadado?”. Por el contrario, utilizar preguntas cerradas que se puedan responder con sí o no, cuando deseemos obtener una información muy concreta: “¿A día de hoy continúas molesto conmigo?”.

Como podemos observar, son directrices muy sencillas, que habría que ampliar en algunos casos particulares que puedan ser fuente de conflicto (hemos visto entradas anteriores relacionadas con la comunicación y un experto nos puede ampliar esa información). No obstante, pueden darnos una idea rápida para afrontar situaciones interpersonales.

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Educar a los niños para ser asertivos

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El tema de la asertividad está bastante extendido en el campo de la psicología y de la terapia. El tratamiento de la misma suele realizarse en terapia a posteriori, es decir, el profesional intenta corregir y guiar al cliente para conseguir que sea más asertivo en su vida, debido a que el no serlo le ha traído algunos problemas. No siempre los padres consiguen que sus hijos sean personas asertivas y esto puede desencadenar problemas en su vida adulta y durante la adolescencia. Si educáramos para la asertividad, probablemente, nos ahorraríamos algunos disgustos posteriormente y sobre todo trabajaríamos de forma positiva sobre su autoestima.

Pero ¿cómo conseguir que nuestros hijos sean asertivos? ¿Cómo educar para la asertividad?

Primero y obvio, es necesario fomentar el contacto social de nuestros hijos para que puedan aprender a relacionarse: salidas, excursiones, invitar amigos a casa, ir a casa de sus amigos, relacionarse con iguales, con niños más pequeños, con adultos, etc.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la asertividad se aprende, no es una habilidad innata, por lo que su aprendizaje se instaura con la práctica repetida. Ni que decir tiene, la importancia del archiconocido REFUERZO POSITIVO, en los casos en los que el niño se comporte adecuada y asertivamente, y el modelo de asertividad que reciba de nosotros (predicar con el ejemplo). Por otro lado, es conveniente ignorar sistemáticamente las reacciones agresivas o no asertivas de una forma descarada (debe darse cuenta de que no nos interesan ese tipo de comportamientos).

Un primer paso, es escuchar activamente al niño ante un problema que le preocupe, esto le hará confiar en nosotros. Poner los cinco sentidos en él cuando nos está contando algo que le angustia o preocupa.

Es interesante tratar el tema “derechos” con el niño, de esta forma aprende la existencia de unos derechos que hay que respetar y que, a la vez, deben respetarse los de él:

-«lo que le han dicho a tu amigo es injusto, porque él tenía derecho a decir lo que pensaba».

-«este señor de la tele está pisando el derecho del otro a expresar lo que quiere».

-“tu hermana tiene derecho a hablar, es su turno. Luego hablarás tú».

-etc.

Darle al niño la oportunidad  de demostrar sus capacidades:

-hacerle partícipe en discusiones.

-enseñarle mediante refuerzos a conversar correctamente.

-cuando veamos que tiende a evitar pequeñas situaciones que sabemos que puede afrontar, ayudarle a hacerlo.

-etc.

Evitar el lenguaje negativo: «no deberías haber hecho esto», «otra vez…», «siempre haces…». El lenguaje positivo, sin embargo, se fija en lo adecuado de una situación: «la próxima vez hazlo mejor».

Para enseñar asertividad NO debemos emplear los siguientes tipos de frases:

-«pues si Pedro se ha reído de ti, le pegas un corte y ya está”.

-«tú no te dejes achantar. Si te pegan, devuélvesela».

-«deja ya de pegar a tu hermano. Tienes que aprender a conversar con él”.

Ante una situación conflictiva con otro u otros niños u adultos, una intervención en casa debería incluir lo siguiente:

-Primero, escucharle, valorar su problema como algo a tomar en serio (pero sin angustia) y encaminarle hacia el afrontamiento. Repasar con él sus derechos, traduciéndolos a un lenguaje que entienda y sea cercano, por medio de ejemplos propios de su edad.

-Definir con él y clarificar qué quiere cambiar.

-Ensayar, como en una obra de teatro, la situación conflictiva. El padre o la madre puede hacer de persona problemática y el niño de él mismo. Analizar lo incorrecto de la conducta del niño y sugerir y ensayar alternativas de conducta, por ejemplo: no huir ni llorar ni mostrar miedo, pero tampoco intentar enfrentarse a esa persona. Pedirle firmemente que le deje en paz. No llorar, utilizando la respiración; no refugiarse en la profesora, sino intentar resolver los problemas por sí solo, etc.

-Es bueno contarle la historia de una persona que pasó por lo mismo, incluso ésta puede ser de carácter personal: «a mí me pasaba algo parecido con un chico mayor que siempre me perseguía. No sabía cómo quitármelo de encima y lo pasaba fatal. Hasta que un día decidí…», etc.

Si presenciamos una conducta no asertiva en nuestro hijo, una fórmula posible puede ser la siguiente:

-1º Descripción de la conducta: «he visto cómo se burlaban de ti y tú llorabas y te ibas corriendo» o «has pegado a Carlitos hasta hacerle llorar».

-2º Una razón para el cambio: «así se están creyendo que valen más que tú y continuarán riéndose de ti «o «Carlitos es más débil que tú y no se puede defender».

-3º Reconocimiento de los sentimientos del niño: «debes de sentirte fatal cuando te ocurre esto» o «ya sé que quieres que los demás vean que eres muy fuerte».

4º Una formulación clara de lo que se espera del niño: «¿Recuerdas lo que ensayábamos en casa? ¿Porqué no pasas delante de Iván y, si se mete contigo, continúas como si tal cosa?». “¿Por qué no demuestras tu fortaleza jugando al fútbol?”

5º No rechazar al niño, no generalizar («siempre estás igual»), no insultar.  Evitar, asimismo, los silencios y las manifestaciones despreciativas, las amenazas vagas o las violentas.

Conclusión

Cuando un niño nos haya relatado su preocupación podemos iniciar una especie de «trabajo de equipo» con él, SIGUIENDO LAS PAUTAS ANTERIORES. Debemos creernos que hay solución (porque en realidad la hay). Si dudamos o estamos muy angustiados, el niño lo captará enseguida, también si tenemos mucha prisa en que mejore y nos desesperamos si va demasiado lento para nuestro entender. Si se da alguno de estos casos, es mejor que el niño acuda a un profesional (psicólogo), que evaluará y tratará el problema de forma mucho más objetiva y racional. Por otro lado, el niño tiene que tener muy claro que no va a existir un cambio radical en los primeros intentos. Hay que reforzar, más bien, el intento de superación, más que el éxito en la conducta, ya que éste puede tardar en aparecer. Es por ello relevante, hacerle sentir bien consigo mismo incluso en situaciones no del todo positivas, sacando algo agradable de ellas, para que no abandone el aprendizaje y vuelva a enfrentarse a la experiencia.