Hace poco realicé un curso que me ha servido y ayudado a nivel profesional y personal.
En principio lo llevé a cabo con carácter profesional, para poder aplicarlo con mis pacientes (cosa que hago) pero también me ha ofrecido muchas herramientas de tipo personal, ya que ninguno nos libramos de tener problemas e inquietudes. El curso se llamaba Reducción del Estrés Basado en Mindfulness (MBSR). Para quien no conozca bien lo que es el Mindfulness, recomiendo un libro muy ilustrativo para poder iniciarse en su práctica y en sus conceptos e ideas principales. A mí personalmente me ha gustado mucho: Aprender a practicar Mindfulness de Vicente Simón.
Más adelante (en otro post) os dejaré un avance sobre cómo se aplica en niños.
Como decía, en este libro habla de muchas cosas pero me ha llamado la atención un capítulo llamado “emociones” dedicado a la gestión de las mismas desde la práctica del Mindfulness. Os dejo unas pautas para poder canalizar las emociones dolorosas (mal llamadas negativas). Estas son las recomendaciones que hace el autor (el resumen es mío):
Primer peldaño: Pararse. Parar el impulso de la emoción desagradable (al principio cuesta pero se consigue con la práctica) para poder responder de manera diferente a como lo hacemos habitualmente, hacer una pausa y concentrar nuestra atención en esa emoción que surge.
Segundo: Respirar hondo, serenarse. Por ejemplo, se puede llevar nuestra atención al cuerpo y al movimiento respiratorio. Si la emoción es muy intensa, respirar hondo varias veces. Llevar después la atención a aquella zona del cuerpo donde se note la emoción.
Tercero: Tomar conciencia de la emoción. Observar la emoción, pensar porqué se ha generado (persona, situación, frase), fijarnos en las sensaciones físicas y corporales, ¿qué sentimos corporalmente?, ¿cómo estamos?, ¿cómo son las sensaciones físicas? Tras esto, se le puede dar un nombre: vergüenza, ira, frustración, rabia (esto suele apaciguar la emoción). ¿Qué necesidad revela? ¿Qué nos impulsa a hacer?
Cuarto: Aceptar la experiencia, permitir la emoción. No evitarla, ni defendernos de ella. Notaremos la resistencia o el rechazo a la situación o a la emoción, pero lo dejamos estar. Permitir la emoción y dejar que se manifieste dentro del cuerpo.
Quinto: Darnos cariño (autocompasión). No nos quedamos con la emoción, la dejamos evolucionar. Conectamos con la parte de amor y de cariño que hay en nosotros o si no con otra persona a la que tenemos cariño, si está cerca. Nos deseamos algo bueno o que algo bueno nos suceda.
Sexto: Soltar la emoción, dejarla ir. A estas alturas la emoción habrá amainado un poco, con lo cual, vamos dejando que se vaya. No nos identificamos con ella: “yo tengo esta emoción pero no soy la emoción” o “yo soy algo más que la emoción que tengo ahora”. El hecho de no retenerla y dejar que se vaya acelera el proceso para sobreponerse a este tipo de emociones.
Séptimo: Actuar o no, según las circunstancias. Es posible que haya que actuar o no, dependiendo de las circunstancias. La respuesta o acción aparecerá, esta vez, de modo más elaborado, en mejores condiciones. Es positivo darse un tiempo antes de actuar, hablar o generar una conducta después de la tormenta emocional. Eso sí, cuando se realice, es conveniente trasladar la atención hacia aquella conducta que vamos a realizar.
A modo de resumen indicar que los pasos que se ofrecen tratan de lograr una mejor comprensión de la situación, aumentar el autocuidado y, si se puede, ofrecer una acción apropiada o constructiva, todo ello mediante estos siete peldaños que nos dirigen al equilibrio emocional