La Prueba del Vecino

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El especialista en educación emocional Maurice J. Elías pide a los padres que acuden a sus talleres que hagan esta prueba. Imaginen que todos en casa se están peleando: rencillas, gritos, exabruptos, reproches, prisas y tensión invaden la casa. Alguien llama a la puerta. Es el vecino. Cuando entra en casa, todos se calman de repente. Nada es demasiado bueno para el vecino: los miembros de la familia son de repente increíblemente civilizados y atentos. Todos están encantados y se lo pasan bien.
Cuando el vecino se marcha pueden ocurrir dos cosas: que todos empiecen de nuevo a pelearse o que cada cual retome sus actividades sin más. Y Elías pregunta a los padres: «¿Por qué necesitamos que un vecino nos obligue a ejercer el autocontrol que todos llevamos dentro? Los adultos necesitan aprender a comportarse con inteligencia emocional sin que nada les fuerce a ello. Así que recomiendo a los padres que hagan la prueba del vecino. Es muy sencilla: ¿es usted capaz de comportarse con sus hijos y su pareja durante un día entero como si un vecino lo estuviese escuchando todo el tiempo? ¿No decir nada a su hijo o pareja que el vecino no pudiese escuchar? Muchos padres me confiesan que les resulta muy difícil. Y yo les digo que cuando consigan hacerlo durante todo un día, tienen que intentar hacerlo durante un día todas las semanas. Las personas necesitan este día semanal para encontrar de nuevo su equilibrio emocional, para que les hablemos de forma más respetuosa y cariñosa, sin esos pequeños insultos y palabras de desaliento que utilizamos a diario. Nuestros hijos tendrán entonces la prueba de que sí, «mis padres me quieren. Piensan que en el fondo, soy lo que debería ser. No sólo ocurre cuando viene el vecino, me lo dicen todas las semanas». Las familias lo necesitan para tener un clima emocional más inteligente y equilibrado».
El niño pequeño tiene la necesidad de pertenecer a su familia y de formar parte de su entorno. Quiere cooperar y participar, sentirse parte de su núcleo familiar y social. Esta tendencia innata lo hace imitar y creer ciegamente en el adulto. El mecanismo emocional en cualquier hogar es meridiano: el hijo nace y su necesidad absoluta es recabar el amor de sus padres. Es probable que sus padres lo quieran, pero tal vez tengan unos patrones emocionales determinados que consciente o inconscientemente impondrán a su hijo. «Para que te quiera de verdad —le dirán una y otra vez aunque sea de forma silenciosa— debes comportarte de esta manera». El hijo hará lo imposible por cumplir las demandas de sus padres. Si los padres, en cambio, en aras de la libertad del hijo, se tornan tan permisivos que no son capaces de ejercer sus funciones de forma adecuada, el hijo tampoco saldrá ganando. No aprenderá a reconocer y a gestionar sus impulsos y sus emociones; tendrá tantas opciones, en un ambiente tan permisivo, que no llegará a entender qué le gusta de verdad, cuáles son sus deseos y en qué situaciones debe aprender a controlarse. No aprenderá a responsabilizarse de sí mismo y culpará a los demás de sus fallos. Un niño así, sin un sentido claro de quién es, porque no le han permitido desarrollarlo, será tan infeliz y tan emocionalmente inepto como el niño al que los padres han dirigido hasta despojarlo de su verdadera personalidad.
En el conocimiento de nuestros miedos y patrones emocionales inconscientes está la clave de nuestra libertad y de la de nuestros hijos.

**Extraído de Elsa Punset: Brújula para navegantes emocionales.

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Tipos de cyberbullying

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Se han escrito distintos artículos en este blog relacionados con acoso laboral, rumores y ciberacoso (ver la categoría de ACOSO). Esta entrada va a ser muy breve y trata de distinguir los distintos tipos de cyberbullying que puede estar sufriendo un niño, adolescente o adulto. Nos centraremos aquí en el acoso que se realiza a través de medios electrónicos como correo electrónico, redes sociales, mensajería instantánea, blogs, teléfonos móviles, buscadores, sitios webs o redes sociales.

Categorías de cyberbullying:

  • Flaming (ver flame): son mensajes violentos y vulgares en línea para suscitar batallas verbales en un foro o similar.
  • Molestias (harassment): es el envío repetido de mensajes ofensivos diseñados para herir a alguien.
  • Denigración: se calumnia a alguien para dañar su reputación, por email, mensajería instantánea…
  • Suplantación (impersonation): consiste en hacerse pasar por otra persona al enviar mensajes o publicar textos censurables.
  • Revelaciones (exposure): es la publicación de información privada o embarazosa de otra persona.
  • Engaño (trickery): normalmente consiste en ganarse la confianza de alguien mediante el engaño para después publicar o compartir con otras personas esa información obtenida por medios electrónicos.
  • Exclusión deliberada: cuando ese aislamiento se produce en un grupo on-line con el objetivo de herir a la persona.
  • Ciberacoso (cyberstalking): son molestias y denigración repetidas y amenazantes para infundir miedo.

El tratamiento y las consecuencias pueden ser los mismos que los señalados en otros de los artículos escritos sobre el acoso. No obstante, dada la emergencia y la importancia de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación electrónicos que existen entre los adolescentes y niños, debemos estar pendientes para detectar acoso dentro de la diversidad de formas del mismo que existen en la actualidad.

Actitudes Generales con nuestros hijos

Hay algunas actitudes generales a tener en cuenta a la hora de educar a un niño para la asertividad. Por supuesto, son normas que no solamente tienen cabida para el tema de la asertividad, sino que cumplen numerosas otras funciones educativas, sobre todo, la de desarrollar la autoestima. Incluso pueden sonar a perogrullo, pero hemos preferido exponerlas antes que pasarlas por alto.

Regla nº 1: ¡Cuidado con las proyecciones!

Muchas veces, tendemos a proyectar nuestros propios temores y experiencias negativas en nuestros hijos. El padre del que se han burlado mucho de pequeño, tenderá a querer «proteger» a su hijo de esta experiencia, insistiéndole en la desconfianza hacia los demás e intentando que se anticipe a los «ataques» de los otros, atacando él antes.

No siempre expresará todo esto con palabras, pero basta que el niño vea en su padre esta actitud o que se fije en pequeños comentarios del padre para que llegue a la conclusión: «parece que el mundo es peligroso. Tendré que ir con mucho cuidado».

La madre que está continuamente pendiente de lo que piensen los demás de ella, que tras haber estado su hija en casa de unos amigos le acribilla a preguntas sobre su comportamiento, sobre si se portó bien para que los otros se hayan llevado una buena opinión de la niña, está proyectando su temor en ésta y logrará pronto que la hija esté igualmente pendiente de lo que los demás opinen de ella.

Es difícil, pero hay que intentar de todas las formas que el hijo o alumno no se vea

«predestinado» a cumplir las expectativas que tienen sus padres respecto a él, a curar sus frustraciones o a cumplir sus esperanzas.

«Por supuesto que todo educador que lea esto, pensará: “pero yo quiero lo mejor para el niño» y la actitud que proponemos, que es la de aceptar al niño con sus ideas actitudes dejarle tener las experiencias a él es igualmente sabida como difícil de realizar. Nuestra propuesta es: analizar las propias ideas y temores y reflexionar si hay alguna que pueda ser «irracional», fruto de alguna experiencia dolorosa que el niño no tiene por qué pasar.

Esa idea es la que no tenemos derecho a intentar «colar» al niño sin que él nos lo haya pedido ni sus experiencias nos lo hayan hecho necesario transmitir. Sí podemos, por supuesto, darle consejos o contarle nuestras experiencias, pero nunca de forma categórica ni estableciendo reglas ( «todo el mundo es así», «nadie te va a ayudar», «no te fíes de nadie», etc.)

Regla no 2: No confundir un error puntual con una característica de la personalidad.

 

Un método muy poderoso para no permitir que se desarrolle la autoestima es tachar al niño de «malo», «vago» o «desobediente» cuando ha hecho algo mal. En este caso, se está confundiendo una cosa puntual con toda la personalidad del niño. Aunque el adulto tenga claro que un niño no es «malo», estrictamente hablando, por el hecho de haber pegado a un compañero, el propio niño no lo tiene tan claro. Si oye una y otra vez «eres malo» ante cada acto agresivo que cometa, llegará a la conclusión de que él es, efectivamente, una mala persona y, sobre todo, que no tiene remedio. Una persona que desde siempre piense que «es mala» no podrá desarrollar una sana autoestima, porque está convencida de que eso es inamovible y de que no hay nada que hacer con él.

Todos sus actos estarán marcados por el hecho de «ser malo». Sabiendo que todos los niños quieren, en el fondo, ser «buenos» ¿qué hará el niño al que se le ha hecho sentir que es intrínsecamente malo? Tiene varias opciones, pero ninguna encaminada a desarrollar una autoestima sana ni, por supuesto, una conducta asertiva correcta.

Lo mismo ocurre con un niño que una y otra vez oye que es «cobarde» o «tonto». Es muy diferente decirle «hoy no te has defendido bien cuando aquél niño se burló de ti» que

«eres un tonto. Todo el mundo te toma el pelo». Seguramente, además, este niño comenzará pronto a actuar según le están diciendo que es, y de forma cada vez más sistemática.

Lejos de enseñarle conductas concretas que podría modificar, se le seguirá tachando de «tonto», entrando así en un círculo vicioso del que es difícil salir y que al niño no le aporta ningún beneficio.

Regla no 3: Asegurarse de que las expectativas que se tienen respecto al niño son razonables y adecuadas a su nivel y edad.

 

Un niño no es igual de asertivo a los 5 que a los 9 años, lo mismo que tampoco es igual de sociable o de creativo. A cada nivel madurativo le corresponden unas pautas de conducta que, antes o después, estarían desfasadas.

El problema que tienen muchos niños es que se les exigen cosas para las que todavía no están preparados. Así, a veces, se piden ciertas «responsabilidades» cuando el niño todavía no es lo suficientemente maduro como para captar la situación en su totalidad.

Pedirle a un niño de 10 años que estudie porque es bueno para su futuro seguramente no servirá más que para que odie la asignatura. Todavía no se da cuenta de la importancia del estudio y habrá que encontrar otros elementos que le motiven a estudiar.

Lo mismo ocurre con la asertividad: muchas veces se espera que un niño pequeño reaccione de forma mucho más «valiente» ante ataques y regañinas de lo que todavía es capaz. Estas expectativas se traducen luego en grandes regañinas si el niño no se ha comportado como «debería». Un ejemplo son los niños «llorones», (hablamos de un margen de edad entre los 5 y los 8 años) que ante un ataque o una situación que les ponga inseguros rompen a llorar o se refugian en el adulto que más confianza les dé. Si a este niño se le tacha de «cobarde», se le recuerda que debe de sentir «vergüenza» ante los demás o se le regaña porque debería de haberse enfrentado a la situación, no se hace más que agravar el problema: el niño tendrá cada vez más ansiedad porque nadie le está explicando realmente cuál es la conducta adecuada y, además, no se le deja tiempo para que pueda experimentar otras conductas. Hemos visto en consulta muchos niños completamente aterrorizados ante lo que puedan decirles sus padres después de haber «vuelto a llorar en el cole».

Otro ejemplo sería la tendencia, por suerte cada vez menos extendida, de no permitir que un niño (varón) llore o se muestre débil, ya que «los hombres no lloran».

Para este tema no se pueden establecer reglas generales: no hay una edad en la que el niño ya no «debería» de ser cobarde o débil. Cada niño madura a su ritmo y en su momento y tenemos que permitir que nuestro hijo o alumno se tome el tiempo que él necesita para aprender a ser asertivo. Por supuesto que podemos ayudarle, y de eso trata el capítulo siguiente, pero de ninguna forma coartarle en su desarrollo a base de meterle miedo o someterle a presión.

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Libro recomendado: El Cerebro Del Niño

Hoy voy a dedicar esta entrada a la recomendación de un libro, para aquellos que sois padres, psicólogos infantiles, educadores, profesores o para los que, en definitiva, estáis en contacto con niños u os interesa el tema. Se llama “El Cerebro del Niño” de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson. Yo suelo recomendarlo a menudo entre mis pacientes, sobre todo a aquellos que tienen algún tipo de conflicto con respecto a sus hijos.

El libro se centra en la idea de Cerebro Pleno y ofrece distintas estrategias muy prácticas para ayudarlos a ser más felices, a estar más sanos y a ser ellos mismos. Algunas de estas estrategias tienen que ver con prácticas de meditación, mindfulness o atención plena que he ido exponiendo en este blog en diversas ocasiones, siempre con técnicas muy sencillas que el niño pueda realizar. También enseña a los niños a conectar las funciones del lado derecho del cerebro y el izquierdo.

Alguna de las estrategias que propone el libro son (sin ánimo de ser exhaustivos, vamos a proponer aquí unas cuantas):

-Cuando un niño tiene una emoción desagradable o un daño o caída, en lugar de negarla o restar importancia, crear un cuento o ponerle un nombre a lo que ha pasado; crear una historia verosímil sobre lo que ha sucedido.

-Estrategias para el manejo de las rabietas y diferencias entre ellas: cuando las rabietas se producen con el cerebro superior (el niño decide tener una rabieta) o cuando se producen con el cerebro inferior (la parte emocional toma totalmente el mando y el niño no es capaz de controlar la rabieta).

-El libro también enseña cómo mover el cuerpo para ejercitar además la cabeza.

-Habla de la memoria e intenta desbancar los mitos sobre la misma. Mediante una de las estrategias expuestas, se ayuda a que el niño integre sus recuerdos implícitos y explícitos, usando  una metáfora (el mando a distancia de la mente) para que reproduzca sus recuerdos (el rebobinado o retroceso).

-Enseña el uso de la rueda de la conciencia. Por ejemplo, aquí podéis ver una entrada de otro blog relacionada con la misma: http://elorigendelainfelicidad.blogspot.com.es/2015/06/la-rueda-de-siegel.html

-Otra de las estrategias tiene que ver con el mindfulness que tanto hemos expuesto en este blog: dejar pasar las emociones como nubes, enseñar mediante este ejercicio que los sentimientos vienen y van. A modo de ejemplo, en el blog propuse una técnica parecida para los adultos: https://rosaliamv.wordpress.com/2015/08/12/meditacion-para-las-emociones/. No hay que negar o restar importancia a las emociones de nuestro hijo sino enseñar a que las emociones vienen y van.

-Ofrece una visión a los adultos sobre qué son las neuronas espejo (de las cuáles trataremos en otra entrada del blog más adelante) y la importancia de las mismas para integrar el yo y el otro (los demás). Por ejemplo, una de las estrategias que se utiliza es aumentar el factor de diversión en la familia y procurar disfrutar con la compañía del otro (paternidad lúdica). Asimismo, el libro ayuda, de forma muy interesante, a gestionar los conflictos desde la empatía o a reconocer otros puntos de vista.

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¿Cómo sobrevivir como pareja tras el nacimiento de un hijo?

Hace poco una compañera y yo planteamos un taller referido a cómo afecta el nacimiento de un hijo a la relación de pareja. Lo llamamos algo así como “la Cigüeña se llevó a mi pareja”. Cuando acude a mi consulta una pareja con problemas para hacer terapia, he notado que aparecen unas temáticas comunes en muchas ocasiones. Normalmente son parejas que cuentan con uno o dos hijos pequeños (he tenido desde parejas con hijos de meses de vida hasta 7 o más). Es cierto que es muy común que aparezcan problemas tras el nacimiento de un hijo, etapa en la que todo se trastoca y cambia la vida de la pareja. Las problemáticas que más me encuentro en la terapia de pareja son las siguientes:

-Discusiones por diferencias en las pautas educativas del niño o niña. Por ejemplo, uno es más perfeccionista, uno de los dos es más estricto en determinadas áreas…

-Falta de momentos únicos para la pareja o actividades conjuntas. Tradicionalmente esto se le ha achacado más a la mujer pero yo he notado que muchas veces el hombre también decide dejar de hacer cosas con su cónyuge.

-Uno de los dos se impone la privación casi total de vida social fuera de la maternidad/paternidad, lo cual hace que ésta se viva con presión.

-Uno de los dos se encuentra muy vinculado al hijo (a priori normal) y el otro miembro siente que se queda al margen.

-Los momentos de falta de sueño, estrés, crispación y falta de ocio y de tiempo libre pueden hacer que las discusiones se incrementen. También suele pasar que uno de ellos ve como menos ventajosa su situación respecto al otro (yo hago más que tú, tú sales más que yo, tú situación es mejor que la mía).

-Falta de medidas de conciliación laborales adecuadas y decremento de recursos económicos. En algunos casos el no poder dedicar suficiente tiempo al niño a causa del trabajo hace que aparezca sentimiento de culpa y estrés.

-La familia de uno de los miembros opina o se entromete en la educación y crianza del hijo, lo cual hace que la otra parte se sienta herida. Muchas veces parece que se establecen competiciones por ver a quién quiere más el niño o tiene lugar una especie de lucha de poder entre suegros-nuera o suegros-yerno. No tengo un porcentaje aproximado en cuanto a casos, pero sí indicaros que éste suele ser un conflicto que me encuentro frecuentemente tras un nacimiento. El más habitual que yo he visto es el de suegros-nuera, aunque en bastantes ocasiones también aparece el conflicto con el yerno.

-En ocasiones, falta de conocimientos (tradicionalmente asociado a los hombres) respecto a la evolución de los niños, psicología evolutiva, educación, pautas, cuidados, etc. Este desequilibrio de conocimientos hace que surjan problemas o desacuerdos.

-Sentimiento de culpabilidad debido a las dudas en la crianza (¿lo estaremos haciendo bien?). Estas dudas pueden hacer surgir el estrés y los conflictos.

¿Es reversible esta situación? ¿Qué podemos hacer?

-Ver la situación como algo pasajero y normalizar.

-Ver la relación como una versión mejorada de la anterior.

-Ver la relación de pareja como algo variable y flexible y no estático, con sus idas y venidas, sus horas altas y sus horas bajas (realmente es así). Compórtate como el bambú, que tiene gran fortaleza, pero sabe plegarse sin romperse ante el viento y otras adversidades.

-Ver esta etapa como un tiempo de alto rendimiento, como quién se prepara para una competición.

-No dejarse llevar por los roles tradicionales que se asignan al padre o la madre.

-No prestar atención al qué dirán los otros. La intuición de los padres suele funcionar a la hora de criar a un niño.

-Poner límites a la familia, lo más útil es que vengan, en primer lugar, del hijo o hija en cuestión y que sean negociados por los miembros de la pareja. Si no funciona, se puede plantear una conversación con ellos. En estas situaciones creo que es conveniente recordar el refrán: “más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo” (indica que es preferible afrontar una situación difícil que se reproduce continuamente por callar).

-Aunque a veces es muy difícil, pedir ayuda si nos vemos desbordados. Delegar.

-Prestar atención a lo que el otro hace bien. Yo lo llamo Radar Positivo. Se trata de anotar individualmente y en secreto durante un tiempo determinado una de las cosas que el otro hace bien durante el día. Tras el tiempo fijado (15 días, un mes…) se pone en común. Pueden ser cosas pequeñas: un beso de buenas noches, fregar un vaso, un mensaje bonito…

-Hablar mucho de lo que nos está pasando pero no tratar de ser “el salvador” y tratar de solucionarlo todo. A veces se trata más de escuchar activamente y acompañar al otro sin opinar. No nos suele atraer el escuchar sentimientos desagradables pero haciéndolo impedimos que se conviertan en algo peor.

-Habla con otros padres y madres de lo que está ocurriendo: te sentirás más comprendido.

-Salid por separado o juntos de vez en cuando.

-Recuerda los buenos momentos con tu pareja.

-De esos buenos momentos selecciona e intenta hacer todos los días un pequeño o pequeñísimo acto de los que efectuábamos antes. La terapia breve diría: “cumplir una gran tarea mediante pequeños actos”.

-Ofrecernos un pequeño intervalo de tiempo para estar solos o hacer algo que nos agrade, aunque eso sea descansar o darnos un baño.

-Emplead todas las pautas de asertividad que hemos visto en diversas entradas de este blog (ver las dos categorías: terapia de pareja y asertividad). Se trata de aprender asertividad, en definitiva, lo cual es muy extenso para el tema que nos ocupa en este post.

-Solicitad ayuda profesional si notáis que fallan las estrategias anteriores e iniciad terapia de pareja. Mi experiencia con pacientes es que su frecuencia es bastante más dilatada que la individual, no se alarga excesivamente en el tiempo y suele causar unos buenos resultados.

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Atención plena para niños y adolescentes

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Hemos hablado en este blog sobre ejercicios para trabajar la atención plena o de Mindfulness. En nuestra consulta hemos planteado algún taller dirigido a padres y a niños y adolescentes, para poder trabajar la atención, la concentración y la relajación en ellos mediante esta práctica. Los que habéis ejercitado con ella en alguna ocasión ya conocéis los beneficios que tiene la práctica continuada de Mindfulness, pero ¿qué puede aportar a los niños y adolecentes?

  • Favorece el aprendizaje y fomenta el rendimiento.
  • Refuerza la atención y concentración.
  • Reduce la ansiedad ante evaluaciones y exámenes.
  • Produce bienestar en general.
  • Ayuda en las relaciones sociales y vínculos sanos.
  • Mejora el autoconocimiento, el aprendizaje social y emocional.
  • Ofrece herramientas de control del estrés.
  • Mejora el control de impulsos.
  • Fomenta el autocontrol, autososiego y autorreflexión.

Os dejo ahora una técnica que podéis utilizar con vuestros hijos o alumnos y que tiene que ver con la atención plena. He elegido esta porque me parece muy completa. Se llama Dibujar La Mente.

PRIMERA PARTE: ESTADO MENTAL ACTUAL.

-Les decimos a los niños o niño que se sienten en silencio y dejamos pasar 30 segundos.

-Les preguntamos: ¿hay pensamientos, sentimientos o emociones? ¿Ninguno, alguno, muchos? ¿Se mantienen constantes o cambian?

-Les damos un folio o se lo podemos dar previamente y les decimos: “dibuja en el tercio derecho de tu papel una imagen de tu estado mental actual”. Dejamos pasar un minuto.

-Les decimos que vuelvan a quedarse sentados, en silencio.

-Les indicamos que plieguen hacia abajo el tercio izquierdo del papel (con el dibujo), de modo que queden cara arriba, cubriéndolo, las dos columnas.

SEGUNDA PARTE: EN SILENCIO DESPUES DEL SONIDO.

-Hacemos sonar una nota con un instrumento: guitarra, piano, percusión, triángulo, campanilla,  etc. En meditación se suelen usar unos crótalos. Les decimos que escuchen el sonido hasta que se difumine en el aire. Si no es posible tener un instrumento a mano, en Internet hay tonos o mp3 que se pueden descargar con sonidos de campanilla o crótalos.

-Les animamos a que adviertan qué está pasando por su mente ahora.

-Les decimos: “dibuja en el tercio central del papel una imagen de tu estado mental”. Dejamos un minuto.

-Les decimos que vuelvan a quedarse sentados, en silencio.

-Les indicamos que plieguen hacia abajo el tercio central del papel (con el dibujo), de modo que queden ahora dos columnas hacia abajo, quedando visible, hacia arriba, una sección en blanco.

TERCERA PARTE: SILENCIO Y RESPIRACIÓN CON ATENCIÓN PLENA.

-Hacemos sonar la misma nota o sonido. Les decimos que escuchen el sonido hasta que se difumine en el aire.

-Les indicamos: “traslada tu atención a la respiración”.

-“Respira con normalidad, prestando atención a la sensación del aire al llenarte los pulmones y al volver a subir y salir de nuevo por donde entró”.

-“Date cuenta cuándo pierdes la consciencia de la respiración y empiezas a pensar en otra cosa, a soñar despierto, a preocuparte por algo, a quedarte dormido…”.

-“Dirige entonces tu atención de nuevo a tu respiración”.

-“Advierte lo que está pasando por tu mente ahora”.

-Les pedimos que dibujen en el tercio derecho del papel una imagen del estado mental actual y dejamos un minuto.

-Reproducimos el sonido o la nota y solicitamos que lleven la atención de nuevo y lentamente al sitio donde están (habitación, casa, aula).

-Les pedimos que desplieguen el papel para que queden visibles los dibujos de las tres secciones.

Por último, sería interesante, iniciar un breve debate sobre los tres dibujos, analizarlos, compararlos con otros niños (si ha hecho el ejercicio en grupo), sacar alguna conclusión, ver las diferencias entre los tres, etc.

Para los que quieran ampliar información sobre Mindfulness para niños y adolescentes, me permito recomendarles dos lecturas y, además, pueden consultarnos personalmente a través del formulario o del correo o teléfono.

**Para profesores o educadores recomiendo: Schoeberlein, Deborah. “Mindfulness para enseñar y aprender. Estrategias prácticas para maestros y educadores”. Madrid: Ed. Neo Person.

**Para padres interesados en el tema: Snel, Eline. “Tranquilos y atentos como una rana”. Madrid: Ed. Kairós.

Ideas originales para trabajar la autoestima de tus hijos

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En primer lugar, recomendaros un libro que me ha dado las ideas para escribir esta entrada. Es un libro sencillo y de divulgación llamado “Cómo desarrollar la autoestima de tu hijo” de Silvana Clark. En mi caso, me ha servido para elaborar este post y también cómo madre y psicóloga. Os ofrezco algunas pinceladas para poder desarrollar de un modo positivo la autoestima de vuestros hijos y mejorar el amor hacia uno mismo; si deseáis ampliar podéis basaros en el libro mencionado o en otros que existen en el mercado sobre el tema. Paso a las IDEAS pues:

  • Cuéntale a alguien algo que tu hijo ha hecho de forma positiva y asegúrate que lo oiga: llamar a la abuela, hablarlo con un amigo estando presente…
  • Explica la razón de las reglas familiares y evita el “porque lo digo yo”.
  • Deja que tus hijos vean cómo empatizas con los demás: explícale porqué algunas personas viven en la calle, pregúntale cómo crees que se siente una niña que sale en las noticias, etc.
  • Anímale a expresar sus puntos de vista y valora su opinión.
  • Elogia o recompensa un trabajo duro. Elogia las cosas positivas que hacen.
  • Si los niños necesitan hablar, escucha antes de dar tu opinión.
  • Ofrece a tus hijos la posibilidad de elegir. Desde pequeños pueden elegir entre unos calcetines rojos o azules o sobre las clases extraescolares que les gustan más.
  • Reserva un tiempo especial para que pasen tiempo solos.
  • Enseña a tus hijos a valorar el talento y las cualidades de los demás.
  • Viaja con tus hijos, visita una localidad, un entorno rural, etc. Trata de hacerles notar las diferencias en la gastronomía, el acento, la cultura…
  • Asigna responsabilidades apropiadas a la edad de los niños y explícales porqué es importante hacerlas.
  • Aprende sobre el desarrollo del niño y sobre su comportamiento en diferentes edades, por ejemplo: las rabietas de los dos años, los miedos evolutivos, la influencia de los iguales en la adolescencia, etc.
  • Deja que tus hijos te vean reír y muestra tu sentido del humor. Puedes hacer una broma o el ganso por la calle o hacer un baile gracioso con ellos…
  • Reserva periodos de tiempo para pasar con ellos: un juego de mesa el sábado por la mañana en pijama, merendar en el suelo un domingo, etc. También muéstrales que aprecias su compañía incluso cuando estás enfrascado en la rutina diaria.
  • Envíales un mail con un mensaje o un dibujo. Puede ser una nota cariñosa, un dibujo divertido, un deseo de buena suerte en un examen…
  • Diles a tus hijos que les echas de menos cuando estás fuera de casa y explícales cómo visualizas lo que están haciendo.
  • Realiza con ellos una lista de sus cualidades. Indícales que la consulten una vez por semana.
  • Escríbeles notas especiales y cartas informándoles de tu amor hacia ellos.
  • Enseña a tus hijos a pensar “Out of the box / Fuera de la caja”. Trata de mostrarles pensamientos creativos intentando resolver problemas o tomar decisiones. Anímalos a buscar métodos alternativos y a manejar situaciones que supongan un reto.
  • Fomenta en ellos la resolución de problemas, a no quedarse en el lamento y a obtener algún resultado.
  • Fomenta el comportamiento independiente y que experimenten logros por sí mismos: preparar la merienda con ellos, ayudar a ponerse los zapatos, tomar un tentempié si lo piden…
  • Cuando desobedezcan o se porten mal dales la oportunidad de explicarse. Escucha atentamente lo que dicen y utiliza la situación como una experiencia de aprendizaje.
  • Ofrece varias alternativas a tus hijos, a tu alcance, a la hora de planificar su fiesta de cumpleaños, no dando por supuesto que debe ser una fiesta tradicional: ir al cine con los amigos, organizar un desayuno, hacer una fiesta en la piscina, etc.
  • Ayuda a tus hijos a planificar eventos que incluyan a otras personas. Anímalos a compartir actividades con la familia y los amigos.

 

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¿Sabes lo que es la Anorexia Infantil? (0-3 años)

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Hace poco llegó a mi consulta una paciente que tiene una hija con un problema de anorexia infantil. A partir del año de vida dejó prácticamente de comer (sólo leche materna y alguna fruta). Ahora mismo tiene tres años y está en tratamiento por TCA.

No había tratado tan de cerca ningún caso de este tipo, con tan corta edad. Conocía su existencia pero tuve que indagar bastante sobre los factores de riesgo que existen para un trastorno de este tipo en tan temprana edad. Pensé: “si entiendo mejor  el problema de su hija podré ayudar mejor a mi paciente”. Por el momento, no hay o no hemos encontrado una causa clara, estamos en ello ya que seguramente se trate de un trastorno multicausal.

En la anorexia infantil hay varios factores de riesgo que influyen en gran medida (0-3 años), pero no los tomemos como un axioma, porque en muchos casos no tienen lugar.

-Existe un trastorno o problema alimentario en la madre.

-La familia es muy exigente con la dieta, si se le dan alimentos poco nutritivos para cuidar la dieta. Existe mucha preocupación por la alimentación en casa.

-Existencia de insatisfacción corporal en la madre, preocupación por su peso, por su línea.

-Existen síntomas psiquiátricos en los cuidadores o alcoholismo.

-Una masa corporal en el bebé durante el primer mes de vida baja parece que actúa como factor de riesgo para desarrollar anorexia infantil.

-Un inadecuado apego:

Bowlby indica que la anorexia puede darse en casos de separación de la madre, de excesiva exigencia de cariño por parte de esa figura, o cuando hay un sensación de rechazo de la madre bajo una apariencia de afecto.

En casos de vinculación angustiante puede darse el problema alimentario, por ejemplo, cuando hay una madre presente físicamente pero poco sensible a las necesidades del niño, o una madre ausente por la existencia de un duelo, una separación, por rechazo, por abandono o por amenaza de abandono.

Dependiendo del caso, el vínculo puede ser inseguro, o poco estable, o conflictivo o muy protector. La anorexia sería un síntoma de la alteración del proceso de vinculación de la madre; el trastorno actuaría como un espacio de control del niño, de libertad, de autonomía, como sucede cuando empiezan a andar (en el caso de mi paciente coincidieron ambos hechos en el tiempo). El apego puede no ser el adecuado y existir aislamiento, sobreprotección, relaciones conflictivas o excesiva intromisión entre la madre y el hijo (pueden darse situaciones muy diversas). También influye, evidentemente, los rasgos de personalidad del niño.

La incapacidad de alimentarse es una especie de denuncia del fracaso en el logro de independencia y autonomía básicas. (No sólo por parte de la madre o por parte del niño, ambas personalidades tienen que ver en el problema, ya que el problema se sitúa en el vínculo establecido).

-La terapia sistémica indica factores como:

-La sobreprotección o la crianza excesiva.

-Restricción de la autonomía del niño.

-Rigidez en la familia, resistencia al cambio, horarios muy estrictos.

-Control verbal de los niños muy fuerte, controlar a los mismos en especial a la                    hora  del juego.

-Evitación o poca tolerancia al conflicto, incapacidad de resolverlo.

-Familias amalgamadas: miembros excesivamente involucrados entre ellos con                   tendencia a invadir la intimidad del resto.

-Parece, no obstante, que el mayor predictor es la existencia de un Trastorno de la Conducta Alimentaria en la madre, en primer lugar, porque el niño o niña imita y, segundo, porque el trastorno puede interferir en la función materna, ignorándose las respuestas de los hijos. En estos casos de existencia de trastornos se pueden dar serios conflictos emociones en los hijos, depresión, conducta agresiva, etc.

Para más información podéis consultarme en el formulario y echar un vistazo a este artículo:

 Interacción madre-hijo, patrones de apego y

su papel en los trastornos del

comportamiento alimentario

LILIANA BETANCOURT M.1

MARITZA RODRÍGUEZ GUARÍN2

JUANITA GEMPELER RUEDA3

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¿Qué le estás transmitiendo a tus hijos?

Me gustaría escribir una nueva entrada relacionada con otra anterior (https://rosaliamv.wordpress.com/2014/10/06/educar-a-los-ninos-para-ser-asertivos/).

Si pretendemos enseñar a nuestros hijos asertividad, como en el anterior post, hay que tener en cuenta que podemos tener en nuestra cabeza una serie de creencias que no nos van a ayudar a ello. Son creencias muy extendidas socialmente pero, no por ello, ciertas ni inamovibles. A veces,  estas creencias o pensamientos muy instaurados pueden perpetuar la agresividad y la violencia, otras pueden legitimar la sumisión, el acoso, etc., pero en ningún caso incitan a la igualdad, a la simetría en las relaciones sociales ni guían hacia el comportamiento asertivo. Atención a las creencias que transmitimos.

¿A qué creencias nos referimos? (Basado en Díaz-Aguado, 2004)

-Las que justifican comportamientos de violencia e intolerancia y/o hacia el dominio y la sumisión: justificar violencia entre iguales, racismo, sexismo, xenofobia… ¿Decimos algo de este tipo delante de los niños?

-Creencias que dificultan el ponerse en el lugar de los otros (no empática), no promover el intentar comprender al otro.  ¿Les enseñamos a pensar cómo se siente el otro, qué es lo que le lleva a actuar de esa forma?

-Las que tienen que ver con un sentido inapropiado de la justicia (“si te pegan, pega”), con legitimar la venganza  (el ojo por ojo…), con la conspiración del silencio (los estereotipos de chivato, cobarde dentro de la escuela…), la arrogancia, el pensamiento grupal, responder a la violencia con más violencia.

-No proponer a tu hijo soluciones alternativas basadas en la no violencia. Por el contrario, suponer que las estrategias violentas para resolver un conflicto son las mejores.

-Suponer que los problemas de tu hijo tienen que ver, únicamente, con los profesores e iguales.

-Minimizar la importancia de las agresiones entre iguales, considerarlas como inevitables (“es normal que tu amigo agrediera a X, le estaba provocando”, “si no devuelves los golpes que recibes, pensarán que eres un cobarde”).

-La creencia de que el castigo físico es necesario y superior, en algunos sentidos, al diálogo o la comunicación. El castigo físico frecuente en el niño puede dar lugar a que resuelva situaciones conflictivas empleando tácticas violentas y no asertivas.

¿Te sientes reflejado en alguna de ellas? ¿Crees que esto ayuda a tu hijo o hija en el desarrollo de su asertividad? ¿Crees que legitima el comportamiento violento?

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Relajación infantil

¿Cómo conseguimos aplicar una técnica de relajación en un niño de menos de 12 años? ¿Cómo intervenimos en los casos en que un menor muestra una ansiedad manifiesta: signos fóbicos a objetos o a situaciones concretas, timidez extrema, bloqueo en las relaciones sociales, miedo al colegio, a los exámenes, angustia, síntomas psicosomáticos de ansiedad (vomitar, dolores de estómago, dolor de cabeza) etc.? La técnica que señalamos aquí está indicada para síntomas de ansiedad o de impulsividad recurrente, no para la inquietud normal y exploratoria de un niño. En los adultos se aplican técnicas de relajación dentro de la consulta del psicólogo de muchos tipos: la respiración, la muscular, mindfulness, visualización, autógena… La que mostramos en este caso para niños es predominantemente muscular. Es conveniente aplicarla, en un primer momento, con la ayuda de un experto, aunque en síntomas de leve ansiedad puede ser aplicada en casa con normalidad. Unos apuntes: leed estos párrafos al niño de manera más bien lenta para que pueda ir llevando a cabo los ejercicios con tranquilidad. Debe realizarlos respirando de una manera pausada y profunda y permanecer con los ojos cerrados. Una buena postura es en un sillón recostado o tumbado. Por último, se debe emplear en momentos relativamente tranquilos (media tarde, media mañana, por ejemplo), no aplicar justo después de comer o justo antes de dormir, o en picos de ansiedad muy alta. El ambiente debe ser tranquilo, agradable y silencioso, con una luz suave. Una vez cumplidos estos requisitos, si es posible, empezamos a leer al niño lo siguiente:

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MANOS Y BRAZOS

Imagina que tienes un limón en tu mano izquierda. Ahora trata de exprimirlo, trata de exprimirle todo el jugo. Siente la tensión en tu mano y brazo mientras lo estás exprimiendo. Ahora déjalo caer. Fíjate cómo están ahora tus músculos cuando están relajados. Coge ahora otro limón y trata de exprimirlo. Exprímelo más fuerte de lo que lo hiciste con el primero; muy bien. Ahora tira el limón y relájate. Fíjate qué bien se sienten tu mano y tu brazo cuando están relajados. Una vez más, toma el limón en tu mano izquierda y exprime todo el zumo, no dejes ni una sola gota, exprímelo fuerte. Ahora relájate y deja caer el limón. (Repetir el mismo procedimiento con la mano y el brazo derechos).

BRAZOS Y HOMBROS

Ahora vamos a imaginarnos que eres un gato muy perezoso y quieres estirarte. Estira (extiende) tus brazos frente a ti, levántalos ahora sobre tu cabeza y llévalos hacia atrás. Fíjate en el tirón que sientes en tus hombros. Ahora deja caer tus brazos a tu lado. Muy bien. Vamos a estirar otra vez. Estira los brazos frente a ti, levántalos sobre tu cabeza y tira de ellos hacia atrás, fuerte. Ahora déjalos caer. Muy bien. Fíjate como tus hombros se sienten ahora más relajados. Ahora una vez más, vamos a intentar estirar los brazos, intentar tocar el techo esta vez. De acuerdo. Estira los brazos enfrente a ti, levántalos sobre tu cabeza y tira de ellos hacia atrás, fíjate en la tensión que sientes en tus brazos y hombros. Un último estirón ahora muy fuerte. Deja caer los brazos, fíjate qué bien te sientes cuando estás relajado.

HOMBROS Y CUELLO

Ahora imagina que eres una tortuga. Imagínate que estás sentado encima de una roca en un apacible y tranquilo estanque relajándote al calor del sol, te sientes tranquilo y seguro allí. ¡Oh! de repente sientes una sensación de peligro. ¡Vamos! Mete la cabeza en tu concha. Trata de llevar tus hombros hacia tus orejas, intentando poner tu cabeza metida entre tus hombros, mantente así, no es fácil ser una tortuga metida en su caparazón. Ahora el peligro ya pasó, puedes salir de tu caparazón y volver a relajarte a la luz del cálido sol, relájate y siente el calor del sol. ¡Cuidado! Más peligro, rápido mete la cabeza en tu casa, tienes que tener la cabeza totalmente metida para poder protegerte; ya puedes relajarte, saca la cabeza y deja que tus hombros se relajen. Fíjate que te sientes mucho mejor cuando estás relajado que cuando estás tenso. Una vez más. ¡Peligro! esconde tu cabeza, lleva los hombros hacia tus orejas, no dejes que ni un solo pelo de tu cabeza quede fuera de tu concha. Mantente dentro, siente la tensión en tu cuello y hombros. De acuerdo, puedes salir de tu concha, ya no hay peligro. Relájate, ya no va a haber más peligro, no tienes nada de qué preocuparte, te sientes seguro, te sientes bien.

MANDÍBULA

Imagínate que tienes un enorme chicle en tu boca, es muy difícil de masticar, está muy duro. Intenta morderlo, deja que los músculos de tu cuello te ayuden. Ahora relájate, deja tu mandíbula floja, relajada, fíjate qué bien te sientes cuando dejas tu mandíbula caer. Muy bien, vamos a masticar ahora otro chicle, mastícalo fuerte, intenta apretarlo, que se meta entre tus dientes. Muy bien, lo estás consiguiendo. Ahora relájate, deja caer la mandíbula, es mucho mejor estar así, que estar luchando con ese chicle. Una vez más vamos a intentar morderlo. Muérdelo lo más fuerte que puedas, más fuerte, muy bien, estás trabajando muy bien. Bien, ahora relájate. Intenta relajar tu cuerpo entero, intenta quedarte como flojo, lo más flojo que puedas.

CARA Y NARIZ

Bueno, ahora viene volando una de esas molestas moscas, o preciosa mariposa y se ha posado en tu nariz, trata de espantarla pero sin usar tus manos. Intenta hacerlo arrugando tu nariz. Trata de hacer tantas arrugas con tu nariz como puedas. Deja tu nariz arrugada, fuerte. ¡Bien! has conseguido alejarla, ahora puedes relajar tu nariz, ¡oh! por ahí vuelve esa pesada mosca, arruga tu nariz fuerte, lo más fuerte que puedas. O.K. se ha ido nuevamente. Ahora puedes relajar tu cara. Fíjate que cuando arrugas tan fuerte tu nariz, tus mejillas, tu boca, tu frente y hasta tus ojos te ayudan y se ponen tensos también. ¡Oh! otra vez regresa esa vieja mosca, pero esta vez se ha posado en tu frente. Haz arrugas con tu frente, intenta cazar la mosca con tus arrugas, fuerte. Muy bien, ya se ha ido para siempre, puedes relajarte, intenta dejar tu cara tranquila, sin arrugas. Siente cómo tu cara está ahora más tranquila y relajada.

PECHO Y PULMONES

Vas a respirar hinchándote y deshinchándote como un globo. Vas a coger el aire por la nariz intentando llenar todos tus pulmones de aire… Aguanta la respiración contando tres segundos y siente la presión en todo tu pecho… Luego sueltas el aire por la boca despacito, poco a poco, y cierras los ojos y comprueba como todo, todo tu cuerpo se va desinflando como un globo y como todo tu cuerpo se va hundiendo y aplastando contra el sofá o la cama donde estás tumbado…Con el aire suelta toda las cosas malas, todas las cosas que no te gustan, todas las cosas que te preocupan… ¡Fuera! … ¡Échalas! Quédate respirando normal y notando esa sensación tan buena de tranquilidad, de dejadez de paz… Respirando como tú respiras normalmente y notando cómo el aire entra y sale sin dificultad… ¡Vamos a respirar de nuevo profundamente! Coge el aire por tu nariz…Hincha el globo todo lo que puedas y cuenta hasta tres aguantando el aire….uno , dos y tres… Y suelta por la boca, despacio, cerrando los ojos y convirtiéndote en un globo que se va deshinchando, deshinchando, hundiéndose, hundiéndose… Aplastándose y quedándose tranquilo…

ESTOMAGO

Imagina que estás tumbado sobre la hierba. ¡Vaya! Mira, por ahí viene un elefante, pero él no está mirando por donde pisa, no te ha visto, va a poner un pie sobre tu estómago, ¡no te muevas! no tienes tiempo de escapar. Trata de tensar el estómago poniéndolo duro, realmente duro, aguanta así, espera, parece como si el elefante se fuera a ir en otra dirección. Relájate, deja el estómago blandito y relajado lo más que puedas. Así te sientes mucho mejor. ¡Oh! Por ahí vuelve otra vez. ¿Estás preparado? Tensa el estómago fuerte, si él te pisa y tienes el estómago duro no te hará daño. Pon tu estómago duro como una roca. O.K., parece que nuevamente se va. Puedes relajarte. Siente la diferencia que existe cuando tensas el estómago y cuando lo dejas relajado. Así es como quiero que te sientas, tranquilo y relajado. No podrás creerlo pero ahí vuelve el elefante y esta vez parece que no va a cambiar de camino, viene derecho hacia ti. Tensa el estómago. Ténsalo fuerte, lo tienes casi encima de ti, pon duro el estómago, está poniendo una pata encima de ti, tensa fuerte. Ahora ya parece que se va, por fin se aleja. Puedes relajarte completamente, estar seguro, todo está bien, te sientes seguro, tranquilo y relajado.

Esta vez vas a imaginarte que quieres pasar a través de una estrecha valla en cuyos bordes hay unas estacas. Tienes que intentar pasar y para ello te vas a hacer delgado, metiendo tu estómago hacia dentro, intentando que tu estómago toque tu columna. Trata de meter el estómago todo lo más que puedas, tienes que atravesar esa valla. Ahora relájate y siente cómo tu estómago está ahora flojo. Muy bien, vamos a intentar nuevamente pasar a través de esa valla. Mete el estómago, intenta que toque tu columna, déjalo realmente metido, muy metido, tan metido como puedas, aguanta así, tienes que pasar esa valla. Muy bien, has conseguido pasar a través de esa estrecha valla sin pincharte con sus estacas. Relájate ahora, deja que tu estómago vuelva a su posición normal. Así te sientes mejor. Lo has hecho muy bien.

PIERNAS Y PIES

Ahora imagínate que estás parado, descalzo y tus pies están dentro de un pantano lleno de barro espeso. Intenta meter los dedos del pie dentro del barro. Probablemente necesitarás tus piernas para ayudarte a empujar. Empuja hacia dentro, siente como el lodo se mete entre tus pies. Ahora salte fuera y relaja tus pies. Deja que tus pies se queden como flojos y fíjate cómo estás así. Te sientes bien cuando estás relajado. Volvemos dentro del espeso pantano. Mete los pies dentro, lo más dentro que puedas. Deja que los músculos de tus piernas te ayuden a empujar tus pies. Empuja fuerte, el barro cada vez está más duro. O.K. sal de nuevo y relaja tus piernas y tus pies. Te sientes mejor cuando estás relajado. No tenses nada. Te sientes totalmente relajado.

IMAGEN POSITIVA

Ahora que has terminado todos los ejercicios vas a fijarte en lo que notas en tu cuerpo…cuando estamos relajados notamos diferentes sensaciones, pesadez, calor, cansancio, sueño, que nuestro cuerpo pesa y no nos podemos mover, o tal vez todo lo contrario que nuestro cuerpo no pesa y parece como que flotamos, podemos notar cosquillas y hormigueo en los dedos de las manos … Busca tus sensaciones de relajación… Fíjate en ellas y disfrútalas… Tu mente y tu pensamiento se puede quedar con ellas…Y repetir lo que notas… calor… calor… flotar… flotar…

Vas a elegir una imagen para ti… TU IMAGEN POSITIVA: un lugar, un sitio, real o imaginario, que hayas estado o no, un sitio que sólo por estar allí ya estarías tranquilo y relajado…y te lo vas a imaginar lo mejor posible… lo que ves, lo que oyes, lo que notas en tu cuerpo, hasta puedes imaginarte lo que hueles… Y cómo estás allí tumbado… En la hierba, en la arena, flotando en el mar, flotando en una nube blanca de algodón, volando como una ave… tu imagen.

Y mantente en ella mientras que estas relajado…

¡Has terminado! No te levantes de golpe, estírate, abre los ojos, bosteza, sonríe… Y ya te puedes levantar…

Al igual que todos los días comes y duermes, y te lavas las manos y juegas… puedes practicar la relajación solo son diez minutos y si lo haces descubrirás su secreto.

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– Preguntar: ¿Te sientes más relajado ahora que antes de empezar?

– Lo ideal es aplicar todos los días durante unos 10 minutos, si no es posible al menos 3 veces por semana.

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¿Menores acosados o acosadores?

Queremos de nuevo hablar sobre acoso y violencia, ciñéndonos, en este caso, al concepto de violencia y acoso escolar. A diferencia del acoso laboral, las víctimas dependen de la intervención de un adulto que detecte la situación a tiempo y tome las medidas correspondientes. El afectado suele ser menor de edad y la detección por parte de sus padres o de sus profesores es crucial para resolver el problema, antes que se produzca algún hecho dramático como el que vemos últimamente en las noticias. Dejando a un lado los factores de riesgo, que tienen también su importancia, y siguiendo a la autora Ángela Serrano (2006), vamos a exponer los indicadores más importantes que nos pueden informar como PADRES sobre lo que está pasando. Un indicador por sí solo no suele ser predictor de lo que ocurre, pero sí puede constituir una señal de alarma.

Mucha atención a estos indicadores porque el niño o adolescente puede ser víctima de una situación de acoso o violencia pero también puede ser el que agrede o acosa a otros. En cualquiera de los dos casos se hace necesario intervenir con urgencia:

Indicadores que pueden hacernos pensar que nuestro hijo sufre violencia o acoso escolar (evidentemente no tienen que estar presentes todos; hay que estar pendientes si aparecen varios de ellos):

  • Presenta muchos cambios de humor (más de lo normal en la adolescencia).
  • Muestra frecuentemente tristeza o síntomas depresivos.
  • Se aísla de la realidad.
  • Pasa muchas horas en soledad y no sale con los iguales.
  • Abandona bruscamente actividades que realizaba con su grupo de amigos.
  • Presenta pocas o nulas relaciones con sus compañeros de clase o del centro.
  • Habla poco o nada de sus actividades en el centro y evitar cualquier pregunta al respecto.
  • Ha empeorado en su rendimiento escolar.
  • Presenta síntomas psicosomáticos el domingo o el día anterior a incorporarse al centro (por ejemplo: dolores abdominales, vómitos, dolores de cabeza…).
  • Evita ir al colegio o poner excusas para faltar.
  • Sale de casa con el tiempo justo para llegar al centro.
  • Evita encontrarse en la calle con determinadas personas de su centro escolar.
  • Se queja repetidamente de ser objeto de insultos, burlas o agresiones en el citado centro.
  • Comenta que se le pierden a menudo los útiles escolares y/o el dinero.
  • Ha aparecido con la ropa rasgada.
  • Presenta moratones y/o heridas.

Indicadores que pueden hacernos pensar que nuestro hijo agrede o acosa a compañeros o está integrado en una pandilla que así actúa:

  • Muestra ausencia de empatía.
  • No se pone en el lugar del otro cuando se le pide reflexionar sobre su conducta.
  • Es egocéntrico.
  • No acepta la responsabilidad de sus actos ni pide disculpas.
  • Se muestra rebelde y no cumple las normas familiares, sociales…
  • Quiere tener siempre la última palabra.
  • Es prepotente con sus hermanos o allegados.
  • Es dominante en la relación con sus amigos.
  • Disfruta burlándose y humillando a sus amigos cada vez que hay oportunidad.
  • Habla de forma despectiva de compañeros.
  • Has recibidos dos o más llamadas de atención por peleas con compañeros.
  • Has sido citado en dos o más ocasiones por problemas de relación de tu hijo.

En cualquier de los dos casos, una vez detectado el problema, se hace necesaria una intervención psicológica y en el ámbito de la familia y de la escuela.

Si detectamos que nuestro hijo o hija puede ser víctima de una situación de este tipo, debemos ofrecerle todo nuestro apoyo y confianza, pensando juntos posibles alternativas de solución y propiciando actividades con otros chicos de su edad, sin forzarlas. Es necesario, planificar con el centro escolar estrategias para acabar con esa situación. En ocasiones, será necesaria la terapia para fomentar su autoestima y la asertividad y habilidades sociales.

En el caso de que nuestro hijo sea el agresor, hay que abordar directa y urgentemente el problema con él, informándole de las correspondientes sanciones por su comportamiento. Puede ser conveniente la terapia si el padre o madre no se ve con la suficiente autoridad para abordar el problema y también para trabajar sus habilidades sociales y su empatía. Se deben, asimismo, buscar soluciones conjuntas con el centro escolar, frecuentando el mismo hasta que cese ese comportamiento y, en el caso de que el comportamiento violento se lleve a cabo en grupo, solicitarle que rompa esas relaciones.

**Libro recomendado para más información: Serrano, Ángela (2006). Acoso y violencia en la escuela. Cómo detectar, prevenir y resolver el bullying. Ariel: Barcelona.

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