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Tipos de cyberbullying

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Se han escrito distintos artículos en este blog relacionados con acoso laboral, rumores y ciberacoso (ver la categoría de ACOSO). Esta entrada va a ser muy breve y trata de distinguir los distintos tipos de cyberbullying que puede estar sufriendo un niño, adolescente o adulto. Nos centraremos aquí en el acoso que se realiza a través de medios electrónicos como correo electrónico, redes sociales, mensajería instantánea, blogs, teléfonos móviles, buscadores, sitios webs o redes sociales.

Categorías de cyberbullying:

  • Flaming (ver flame): son mensajes violentos y vulgares en línea para suscitar batallas verbales en un foro o similar.
  • Molestias (harassment): es el envío repetido de mensajes ofensivos diseñados para herir a alguien.
  • Denigración: se calumnia a alguien para dañar su reputación, por email, mensajería instantánea…
  • Suplantación (impersonation): consiste en hacerse pasar por otra persona al enviar mensajes o publicar textos censurables.
  • Revelaciones (exposure): es la publicación de información privada o embarazosa de otra persona.
  • Engaño (trickery): normalmente consiste en ganarse la confianza de alguien mediante el engaño para después publicar o compartir con otras personas esa información obtenida por medios electrónicos.
  • Exclusión deliberada: cuando ese aislamiento se produce en un grupo on-line con el objetivo de herir a la persona.
  • Ciberacoso (cyberstalking): son molestias y denigración repetidas y amenazantes para infundir miedo.

El tratamiento y las consecuencias pueden ser los mismos que los señalados en otros de los artículos escritos sobre el acoso. No obstante, dada la emergencia y la importancia de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación electrónicos que existen entre los adolescentes y niños, debemos estar pendientes para detectar acoso dentro de la diversidad de formas del mismo que existen en la actualidad.

Ciberacoso

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El agresor no presenta un perfil único, aunque sí existen casos en los que se escuda en que el ataque no se produce de manera presencial sino cara a cara. Existen otros casos en los que el acoso sí se produce de manera presencial también. Son personas que no han establecido normas de educación moral claras. Nos puede servir de ayuda el perfil de acosador y acosado que elaboramos en nuestro artículo https://rosaliamv.wordpress.com/2014/12/02/menores-acosados-o-acosadores/ . En ese artículo también podemos encontrar algunas de las señales de alerta que nos pueden poner en preaviso ante  una situación de acoso.

¿Cómo abordar a un menor que sufre Ciberbullying?

En primer lugar, es necesario intentar transmitir confianza y ser comunicativo en la medida de lo posible, tratando de evitar la culpabilización por esa situación, siempre desde la empatía y con un abordaje emocional (¿cómo se siente?).

Una vez hecho esto, ¿cómo actuamos ante un caso de Ciberbullying?

La Guía de actuación contra el ciberacoso (http://www.injuve.es/sites/default/files/2013/46/publicaciones/Gu%C3%ADa%20de%20actuaci%C3%B3n%20contra%20el%20ciberacoso.pdf)  señala lo siguiente:

En el caso de que se perciba que el menor pueda estar sufriendo una de estas situaciones, el psicólogo Javier Urra, recomienda, en primer lugar, sentarse con el menor y escucharle, dejando que exprese todo lo que siente y mostrándole todo el apoyo por parte de su familia y que “no es, en absoluto, una situación que tenga que soportar”. Urra recomienda hacer preguntas abiertas, para conocer los detalles de los hechos y de los implicados y resaltar el apoyo de los padres al menor, detalle importante para que el niño cuente todo lo que ha ocurrido. En este sentido, también pueden ser una buena fuente de información los amigos del menor. Aunque es probable que no cuenten todos los detalles del incidente sí que pueden acercar al hecho de que no se lleva bien con algún compañero o si ha conocido a algún «niño» a través de Internet que ellos no conozcan, por ejemplo.

Así, según expresa César Lorenzana, del GDT de la Guardia Civil, “en la mayoría de las ocasiones, cuando el menor decide hacer pública esta situación, se debe a que la misma se torna insoportable y acude a sus padres en busca de ayuda, y al mismo tiempo con cierto temor por lo inapropiado de su conducta anterior.” Una vez al tanto de los hechos, en el caso de que se trate de un caso de ciberbullying, se debe acudir al colegio y preguntar a los profesores y tutores si han detectado o pueden pararse a observar si hay algún comportamiento raro que pueda llevar a pensar que está sucediendo la agresión.

Posteriormente, en los casos graves y sobre todo en los de grooming, continúa explicando el GDT, “una vez los padres tienen conocimiento expreso de la situación, deben denunciarlo ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad o autoridades judiciales para iniciar la investigación, identificar al responsable y ponerle a disposición de la Justicia. No se trata únicamente de poner fin a estas situaciones, cosa prioritaria, sino de localizar al responsable para evitar que se repita en el futuro o con otras víctimas potenciales. En muchas ocasiones, los acosadores no actúan contra una sola víctima, sino que disponen de varios «contactos» a los que regularmente acosan. En este sentido, la denuncia de uno de ellos servirá para poder ayudar a todos los que están en su situación, pero no han decidido aún denunciar el acoso.”

El proceso a seguir si esta situación es detectada en un centro escolar es contactar de forma rápida con los padres, tutores, o representantes legales de los menores afectados y, a partir de ahí, es de aplicación lo explicado en el párrafo anterior. A partir de este momento tiene que comenzar el mecanismo de actuación en los distintos ámbitos, dependiendo de lo que pueda estar sucediendo.

**Guía de actuación contra el ciberacoso. Padres y educadores. Ministerio de industria, Energía y Turismo. Inteco (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación).

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¿Qué le estás transmitiendo a tus hijos?

Me gustaría escribir una nueva entrada relacionada con otra anterior (https://rosaliamv.wordpress.com/2014/10/06/educar-a-los-ninos-para-ser-asertivos/).

Si pretendemos enseñar a nuestros hijos asertividad, como en el anterior post, hay que tener en cuenta que podemos tener en nuestra cabeza una serie de creencias que no nos van a ayudar a ello. Son creencias muy extendidas socialmente pero, no por ello, ciertas ni inamovibles. A veces,  estas creencias o pensamientos muy instaurados pueden perpetuar la agresividad y la violencia, otras pueden legitimar la sumisión, el acoso, etc., pero en ningún caso incitan a la igualdad, a la simetría en las relaciones sociales ni guían hacia el comportamiento asertivo. Atención a las creencias que transmitimos.

¿A qué creencias nos referimos? (Basado en Díaz-Aguado, 2004)

-Las que justifican comportamientos de violencia e intolerancia y/o hacia el dominio y la sumisión: justificar violencia entre iguales, racismo, sexismo, xenofobia… ¿Decimos algo de este tipo delante de los niños?

-Creencias que dificultan el ponerse en el lugar de los otros (no empática), no promover el intentar comprender al otro.  ¿Les enseñamos a pensar cómo se siente el otro, qué es lo que le lleva a actuar de esa forma?

-Las que tienen que ver con un sentido inapropiado de la justicia (“si te pegan, pega”), con legitimar la venganza  (el ojo por ojo…), con la conspiración del silencio (los estereotipos de chivato, cobarde dentro de la escuela…), la arrogancia, el pensamiento grupal, responder a la violencia con más violencia.

-No proponer a tu hijo soluciones alternativas basadas en la no violencia. Por el contrario, suponer que las estrategias violentas para resolver un conflicto son las mejores.

-Suponer que los problemas de tu hijo tienen que ver, únicamente, con los profesores e iguales.

-Minimizar la importancia de las agresiones entre iguales, considerarlas como inevitables (“es normal que tu amigo agrediera a X, le estaba provocando”, “si no devuelves los golpes que recibes, pensarán que eres un cobarde”).

-La creencia de que el castigo físico es necesario y superior, en algunos sentidos, al diálogo o la comunicación. El castigo físico frecuente en el niño puede dar lugar a que resuelva situaciones conflictivas empleando tácticas violentas y no asertivas.

¿Te sientes reflejado en alguna de ellas? ¿Crees que esto ayuda a tu hijo o hija en el desarrollo de su asertividad? ¿Crees que legitima el comportamiento violento?

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¿Menores acosados o acosadores?

Queremos de nuevo hablar sobre acoso y violencia, ciñéndonos, en este caso, al concepto de violencia y acoso escolar. A diferencia del acoso laboral, las víctimas dependen de la intervención de un adulto que detecte la situación a tiempo y tome las medidas correspondientes. El afectado suele ser menor de edad y la detección por parte de sus padres o de sus profesores es crucial para resolver el problema, antes que se produzca algún hecho dramático como el que vemos últimamente en las noticias. Dejando a un lado los factores de riesgo, que tienen también su importancia, y siguiendo a la autora Ángela Serrano (2006), vamos a exponer los indicadores más importantes que nos pueden informar como PADRES sobre lo que está pasando. Un indicador por sí solo no suele ser predictor de lo que ocurre, pero sí puede constituir una señal de alarma.

Mucha atención a estos indicadores porque el niño o adolescente puede ser víctima de una situación de acoso o violencia pero también puede ser el que agrede o acosa a otros. En cualquiera de los dos casos se hace necesario intervenir con urgencia:

Indicadores que pueden hacernos pensar que nuestro hijo sufre violencia o acoso escolar (evidentemente no tienen que estar presentes todos; hay que estar pendientes si aparecen varios de ellos):

  • Presenta muchos cambios de humor (más de lo normal en la adolescencia).
  • Muestra frecuentemente tristeza o síntomas depresivos.
  • Se aísla de la realidad.
  • Pasa muchas horas en soledad y no sale con los iguales.
  • Abandona bruscamente actividades que realizaba con su grupo de amigos.
  • Presenta pocas o nulas relaciones con sus compañeros de clase o del centro.
  • Habla poco o nada de sus actividades en el centro y evitar cualquier pregunta al respecto.
  • Ha empeorado en su rendimiento escolar.
  • Presenta síntomas psicosomáticos el domingo o el día anterior a incorporarse al centro (por ejemplo: dolores abdominales, vómitos, dolores de cabeza…).
  • Evita ir al colegio o poner excusas para faltar.
  • Sale de casa con el tiempo justo para llegar al centro.
  • Evita encontrarse en la calle con determinadas personas de su centro escolar.
  • Se queja repetidamente de ser objeto de insultos, burlas o agresiones en el citado centro.
  • Comenta que se le pierden a menudo los útiles escolares y/o el dinero.
  • Ha aparecido con la ropa rasgada.
  • Presenta moratones y/o heridas.

Indicadores que pueden hacernos pensar que nuestro hijo agrede o acosa a compañeros o está integrado en una pandilla que así actúa:

  • Muestra ausencia de empatía.
  • No se pone en el lugar del otro cuando se le pide reflexionar sobre su conducta.
  • Es egocéntrico.
  • No acepta la responsabilidad de sus actos ni pide disculpas.
  • Se muestra rebelde y no cumple las normas familiares, sociales…
  • Quiere tener siempre la última palabra.
  • Es prepotente con sus hermanos o allegados.
  • Es dominante en la relación con sus amigos.
  • Disfruta burlándose y humillando a sus amigos cada vez que hay oportunidad.
  • Habla de forma despectiva de compañeros.
  • Has recibidos dos o más llamadas de atención por peleas con compañeros.
  • Has sido citado en dos o más ocasiones por problemas de relación de tu hijo.

En cualquier de los dos casos, una vez detectado el problema, se hace necesaria una intervención psicológica y en el ámbito de la familia y de la escuela.

Si detectamos que nuestro hijo o hija puede ser víctima de una situación de este tipo, debemos ofrecerle todo nuestro apoyo y confianza, pensando juntos posibles alternativas de solución y propiciando actividades con otros chicos de su edad, sin forzarlas. Es necesario, planificar con el centro escolar estrategias para acabar con esa situación. En ocasiones, será necesaria la terapia para fomentar su autoestima y la asertividad y habilidades sociales.

En el caso de que nuestro hijo sea el agresor, hay que abordar directa y urgentemente el problema con él, informándole de las correspondientes sanciones por su comportamiento. Puede ser conveniente la terapia si el padre o madre no se ve con la suficiente autoridad para abordar el problema y también para trabajar sus habilidades sociales y su empatía. Se deben, asimismo, buscar soluciones conjuntas con el centro escolar, frecuentando el mismo hasta que cese ese comportamiento y, en el caso de que el comportamiento violento se lleve a cabo en grupo, solicitarle que rompa esas relaciones.

**Libro recomendado para más información: Serrano, Ángela (2006). Acoso y violencia en la escuela. Cómo detectar, prevenir y resolver el bullying. Ariel: Barcelona.

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Cómo descubrir rumores y acosadores

Como hemos dicho, esta entrada tiene relación directa con la anterior, ya que se ha hablado mucho, en los diferentes textos, sobre cómo es la situación de acoso en el trabajo y la víctima que lo sufre pero poco de cómo es el acosador. El detectar si existe un perfil de acosador dentro de la organización nos dará pistas para poder averiguar si se está dando una situación anómala dentro de la misma.

Normalmente, aunque pueden no aparentarlo en absoluto, los acosadores son personas mediocres y resentidas. También puede tener un perfil de psicopatía y presentar rasgos narcisistas. Combinan la persecución hacia un trabajador o trabajadores con un extraño carisma para atraer a otros a su juego. Parece que tienen ese encanto y carisma del psicópata con algunas personas, mientras que pueden ser terriblemente injustos con otras. Pueden tener un gran deseo de notoriedad y de influencia sobre los demás. Además de ser mediocre (ausencia de interés hacia la excelencia) en sus tareas, el acosador puede sentir envidia hacia la víctima lo que le motiva al hostigamiento. Entorpecerá o eliminará el avance de un individuo brillante. Suelen desprestigiar o silenciar los datos positivos de otras personas y difundir difamaciones o rumores, como veremos más adelante. Además de la envidia, el acosador suele “cosificar” a la víctima y disfrutar controlando su vida y sus emociones mediantes sus conductas de acoso (verla aislada, marginada, deprimida es su objetivo).

Existen otra serie de factores que dependen del acosado y del entorno de trabajo, que determinan también la situación. Esto podemos controlarlo y modificarlo en consulta, con la ayuda de un psicólogo, de manera que la persona detecte la situación de acoso, en un primer momento, y pueda aprender nuevas formas de afrontamiento. La conducta del acosador escapa a nuestro control. Debemos cambiar nuestros patrones de comportamiento en la situación, no tratar de cambiar a una persona potencialmente maligna. A consulta llegan personas que sólo buscan desahogarse sobre lo injusto de la situación, que por sí misma nunca cambiará, sino que seguramente irá a peor. Pero el simple desahogo es no es la solución, sino afrontarla a través del aprendizaje de nuevos comportamientos y habilidades. Olvidémonos de cambiar al acosador: nunca lo hará.

¿Cómo se crea un rumor?

El acosador es un artista de la difamación. En ocasiones, los rumores tienen incluso tintes positivos, por lo que no parece un rumor:

“Estoy muy preocupado porque me han dicho que X tiene problemas legales (cualquier cosa negativa) y es una pena, siendo tan buen hombre. ¿Tú sabes algo?”

“Es un chico muy inteligente, no necesita esforzarse porque resuelve sus tareas casi sin querer. No prepara las reuniones, como habla muy bien fascina a los oyentes y le he visto realizar exposiciones que ha hecho en una tarde…” (ocultando datos positivos).

¿Qué impresión te llevas de estas dos personas?

¿Parece que está hablando mal o bien de ellas?

Cuidado en estos casos cuando se añadan aclaraciones del tipo: “esto que te cuento es público y notorio”, “todo el mundo sabe”, “lo que todos dicen”… Pueden activar nuestra alarma de lo que se está creando es un rumor.

¿Cómo confrontar un rumor?

El autor José Luis González de Rivera (2002) nos da algunas ideas. Podemos decir cosas como:

-Quién te ha dicho eso, cómo lo sabes, qué pruebas tienes, de dónde te lo has sacado.

-Cómo concuerda esto que dices con la buena información que tengo sobre esta persona. Comentemos algo positivo sobre esta persona (una persona nunca es el “mal” en todas sus facetas).

-Por qué me dices esto a mí ahora.

-A quién beneficia que yo piense mal de esta persona.

Si estamos ante un rumor o una difamación las respuestas serán vagas, poco razonables o inconcretas. Es peligroso destapar un rumor porque el difamador puede hacernos la cruz a partir de ser descubierto, pero es moral y psicológicamente deseable. Además, el acosador suele crear previamente una influencia sobre sus oyentes, que no cuestionan esa información. Ante estos casos, conviene romper con esa influencia negativa y preguntarse: ¿tengo algo contra esta persona?, ¿por qué critico a esta persona?, ¿me ha hecho algo personal?, ¿parece que hay que tener algo en contra de ella en este departamento?, ¿por qué?, ¿puede haber otras causas que no dependan de ella?, etc.

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Acosado en el trabajo

El primer paso para poder hacer frente una situación de acoso en el trabajo es su conocimiento. Hay casos en los que el afectado vive una situación de este tipo pero le resta importancia o la tolera, de ahí la necesidad de escribir esta entrada: no debemos aceptar una situación así. Tampoco debemos tolerar a la persona que nos acosa, ni seguirle la corriente ni entrar en su juego autodestructivo.

En primer lugar, saber que el acoso es una situación mantenida en el tiempo, donde se produce hostigamiento, persecución, enemistad y aislamiento de un trabajador o trabajadora. Surge de un conflicto inicial más o menos importante. Puede ser un hecho de gravedad o un malentendido o acontecimiento aparentemente sin importancia. El acosador puede sacar de contexto o exagerar un aspecto o hecho que tiene que ver con el acosado e incluso inventarlo. Algo que podría haberse arreglado fácilmente se convierte en algo irresoluble y que justifica el ensañamiento hacia la persona acosada: un comentario, una broma, un gesto…

Una vez iniciado el proceso, el acosador tratará de estigmatizar a la víctima; atención a las siguientes conductas que nos dan pistas para detectar una situación de acoso:

-Acusaciones sin posibilidad de defenderse, incluso ridiculizándole.

-Aislarle de sus compañeros y privarle de información.

-Desconsiderar su trabajo, comentarios o actividades.

-Desacreditar su rendimiento y ocultar sus logros.

-Hacerle trabajar bajo constante presión, obligarle a trabajar en lugares incómodos.

-Tratarle injustamente respecto a otros.

-Distraerle en su trabajo, interferir en su tiempo.

-Saltarle en la línea jerárquica.

-Ofrecerle información contradictoria o confusa, darle información muy cambiante, darle mucho o poco trabajo, darle tareas para las que no está cualificado o actividades por debajo de sus capacidades.

Normalmente, el acosador principal atrae a otros compañeros para proceder a aislar al afectado. Esto suele hacerlo creando y propagando rumores, que el resto acepta sin cuestionarlos (ver siguiente entrada sobre rumores y sobre el perfil del acosador).

Cuando se trata de una situación mantenida en el tiempo, la víctima empieza a resultar molesta para todo el mundo, debido a estos constantes rumores, desprecios, comentarios y culpabilizaciones: se le culpa de todo. Se le aísla, los compañeros le dan de lado por no meterse en problemas, muchos participan de la situación sin estar del todo convencidos de la “maldad” del acosado.

Al principio, el acosado enfrentará con entereza de la situación, pero cuanto más avance ésta, su estado de ánimo empeorará (tensión, ánimo depresivo, crisis de nervios, llanto en público, estado irascible, etc.). En muchos casos, el tema llegará a los superiores que se darán cuenta de que hay que hacer algo, normalmente referido a socorrer a la organización, porque está claro que ese trabajador es conflictivo y difícil. Según avance esta fase, el acosado tendrá más dificultad para comportarse en el trabajo y realizar sus tareas lo que, a su vez, justificará aún más los juicios de los acosadores. Debido a esta situación, la víctima puede reducir significativamente su rendimiento, aislarse, ser incapacidad de tomar decisiones, tener fallos o un desplante con alguien. Nadie se atreve a mostrar simpatía hacia el acosado y se le sigue calumniando.

Cuando la situación es de extrema gravedad, se tomarán a sus espaldas decisiones que le afectan directamente, sin que se tenga en cuenta su versión de los hechos. Es probable que la víctima haya sufrido varias bajas laborales, haya consumido todos sus permisos o esté buscando otros puestos de trabajo. Muchas veces la finalización de esta situación consiste en que la persona salga de la empresa, aireando el superior a bombo y platillo lo “problemático” que es, o si se mantiene en la empresa se le marginará internamente asignándole puestos que nadie quiere y privándole de información. Esto acabará con un despido, una incapacidad, una renuncia o un retiro.

Libro recomendado: El maltrato psicológico. José Luis González de Rivera. 

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