El tema de la asertividad está bastante extendido en el campo de la psicología y de la terapia. El tratamiento de la misma suele realizarse en terapia a posteriori, es decir, el profesional intenta corregir y guiar al cliente para conseguir que sea más asertivo en su vida, debido a que el no serlo le ha traído algunos problemas. No siempre los padres consiguen que sus hijos sean personas asertivas y esto puede desencadenar problemas en su vida adulta y durante la adolescencia. Si educáramos para la asertividad, probablemente, nos ahorraríamos algunos disgustos posteriormente y sobre todo trabajaríamos de forma positiva sobre su autoestima.
Pero ¿cómo conseguir que nuestros hijos sean asertivos? ¿Cómo educar para la asertividad?
Primero y obvio, es necesario fomentar el contacto social de nuestros hijos para que puedan aprender a relacionarse: salidas, excursiones, invitar amigos a casa, ir a casa de sus amigos, relacionarse con iguales, con niños más pequeños, con adultos, etc.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la asertividad se aprende, no es una habilidad innata, por lo que su aprendizaje se instaura con la práctica repetida. Ni que decir tiene, la importancia del archiconocido REFUERZO POSITIVO, en los casos en los que el niño se comporte adecuada y asertivamente, y el modelo de asertividad que reciba de nosotros (predicar con el ejemplo). Por otro lado, es conveniente ignorar sistemáticamente las reacciones agresivas o no asertivas de una forma descarada (debe darse cuenta de que no nos interesan ese tipo de comportamientos).
Un primer paso, es escuchar activamente al niño ante un problema que le preocupe, esto le hará confiar en nosotros. Poner los cinco sentidos en él cuando nos está contando algo que le angustia o preocupa.
Es interesante tratar el tema “derechos” con el niño, de esta forma aprende la existencia de unos derechos que hay que respetar y que, a la vez, deben respetarse los de él:
-«lo que le han dicho a tu amigo es injusto, porque él tenía derecho a decir lo que pensaba».
-«este señor de la tele está pisando el derecho del otro a expresar lo que quiere».
-“tu hermana tiene derecho a hablar, es su turno. Luego hablarás tú».
-etc.
Darle al niño la oportunidad de demostrar sus capacidades:
-hacerle partícipe en discusiones.
-enseñarle mediante refuerzos a conversar correctamente.
-cuando veamos que tiende a evitar pequeñas situaciones que sabemos que puede afrontar, ayudarle a hacerlo.
-etc.
Evitar el lenguaje negativo: «no deberías haber hecho esto», «otra vez…», «siempre haces…». El lenguaje positivo, sin embargo, se fija en lo adecuado de una situación: «la próxima vez hazlo mejor».
Para enseñar asertividad NO debemos emplear los siguientes tipos de frases:
-«pues si Pedro se ha reído de ti, le pegas un corte y ya está”.
-«tú no te dejes achantar. Si te pegan, devuélvesela».
-«deja ya de pegar a tu hermano. Tienes que aprender a conversar con él”.
Ante una situación conflictiva con otro u otros niños u adultos, una intervención en casa debería incluir lo siguiente:
-Primero, escucharle, valorar su problema como algo a tomar en serio (pero sin angustia) y encaminarle hacia el afrontamiento. Repasar con él sus derechos, traduciéndolos a un lenguaje que entienda y sea cercano, por medio de ejemplos propios de su edad.
-Definir con él y clarificar qué quiere cambiar.
-Ensayar, como en una obra de teatro, la situación conflictiva. El padre o la madre puede hacer de persona problemática y el niño de él mismo. Analizar lo incorrecto de la conducta del niño y sugerir y ensayar alternativas de conducta, por ejemplo: no huir ni llorar ni mostrar miedo, pero tampoco intentar enfrentarse a esa persona. Pedirle firmemente que le deje en paz. No llorar, utilizando la respiración; no refugiarse en la profesora, sino intentar resolver los problemas por sí solo, etc.
-Es bueno contarle la historia de una persona que pasó por lo mismo, incluso ésta puede ser de carácter personal: «a mí me pasaba algo parecido con un chico mayor que siempre me perseguía. No sabía cómo quitármelo de encima y lo pasaba fatal. Hasta que un día decidí…», etc.
Si presenciamos una conducta no asertiva en nuestro hijo, una fórmula posible puede ser la siguiente:
-1º Descripción de la conducta: «he visto cómo se burlaban de ti y tú llorabas y te ibas corriendo» o «has pegado a Carlitos hasta hacerle llorar».
-2º Una razón para el cambio: «así se están creyendo que valen más que tú y continuarán riéndose de ti «o «Carlitos es más débil que tú y no se puede defender».
-3º Reconocimiento de los sentimientos del niño: «debes de sentirte fatal cuando te ocurre esto» o «ya sé que quieres que los demás vean que eres muy fuerte».
4º Una formulación clara de lo que se espera del niño: «¿Recuerdas lo que ensayábamos en casa? ¿Porqué no pasas delante de Iván y, si se mete contigo, continúas como si tal cosa?». “¿Por qué no demuestras tu fortaleza jugando al fútbol?”
5º No rechazar al niño, no generalizar («siempre estás igual»), no insultar. Evitar, asimismo, los silencios y las manifestaciones despreciativas, las amenazas vagas o las violentas.
Conclusión
Cuando un niño nos haya relatado su preocupación podemos iniciar una especie de «trabajo de equipo» con él, SIGUIENDO LAS PAUTAS ANTERIORES. Debemos creernos que hay solución (porque en realidad la hay). Si dudamos o estamos muy angustiados, el niño lo captará enseguida, también si tenemos mucha prisa en que mejore y nos desesperamos si va demasiado lento para nuestro entender. Si se da alguno de estos casos, es mejor que el niño acuda a un profesional (psicólogo), que evaluará y tratará el problema de forma mucho más objetiva y racional. Por otro lado, el niño tiene que tener muy claro que no va a existir un cambio radical en los primeros intentos. Hay que reforzar, más bien, el intento de superación, más que el éxito en la conducta, ya que éste puede tardar en aparecer. Es por ello relevante, hacerle sentir bien consigo mismo incluso en situaciones no del todo positivas, sacando algo agradable de ellas, para que no abandone el aprendizaje y vuelva a enfrentarse a la experiencia.